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El otro lado de la novela

No hay muchas novelas que traten sobre el propio proceso de escribir, de crearlas. Sin duda los lectores disfrutan mucho con su contenido, con los engranajes que la hacen funcionar y sobresalir por encima de otras. Pero esos engranajes hay que colocarlos con inteligencia, como piezas de un puzle, y engrasarlos con una buena historia para que el libro cumpla su función: atrapar al lector. Esto hay que hacerlo con inteligencia, y aunque haya autores como Paul Auster o Dostoyevski con una facilidad asombrosa para producir literatura, otros tardan más en encontrar la inspiración. Esto es precisamente lo que quiere narrar José Luis Cancho (Valladolid, 1952) en su última novela, Lento proceso, la historia de un escritor que busca el lugar ideal para comenzar su obra. Así comienza un viaje del que es partícipe el propio lector.

Portada de 'Lento Porceso' (Papeles Mínimos, 2013)
Portada de ‘Lento Porceso’ (Papeles Mínimos, 2013)

Escribir una novela no es fácil, y eso es lo que busca reflejar ‘Lento proceso’, obra con la que comienza su andadura en narrativa la editorial Papeles Mínimos. El protagonista es un amante de la quietud, del silencio más absoluto, y a veces esa soledad es tan tentadora que prefiere disfrutar de ella antes que escribir unas líneas. Pero poco a poco se va configurando una historia, que es la que el lector está leyendo en ese mismo instante, en el ejercicio metanarrativo que propone el libro. Y todo ello se configura a través de los encuentros que tiene el protagonista a lo largo de la novela. Encuentros con otras personas que hacen que se conozca a sí mismo, especialmente las mujeres, que parecen funcionar como guardianas de una pequeña porción de personalidad del personaje principal. 

 Así, a medida que las va conociendo y presentando ante el lector, también con pequeños saltos a un tiempo pasado, se va descubriendo el verdadero yo del protagonista. Todo ello hilvanado con no pocas citas literarias que, como el propio Cancho afirma, funcionan como “pequeñas dosis de inspiración” que hilvanan el resultado final, con menciones a Peter Handke o Tamizaki, entre otros muchos. El escritor austriaco, de hecho, parece figurar como una sombra que sobrevuela toda la obra y que acompaña al protagonista página tras página.

 El viaje hacia ese ‘yo creador’ del escritor se ve acentuado en el cambio de la voz narradora. De esa búsqueda del comienzo, protagonizada por el ‘él’ se pasa al uso del ‘tú’ en la segunda parte y cierra con un ‘yo’ autobiográfico con el que el protagonista se desnuda y se confiesa ante el lector con los secretos familiares que tan profundamente guardaba para sí. Así es ‘Lento Proceso’, no apta para aquellos lectores ávidos de acción, y sí para aquellos que disfrutan reflexionando y quieren conocer el otro lado de la barrera narrativa.

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