En ocasiones, la vida nos presenta interrogantes que nos son imposibles de contestar. Ciertas preguntas que ni Kant, Schopenhauer o el propio Baroja fueron capaces de descifrar, esas cuestiones que quizás ni en una vida solucionaríamos.
Así pues, metiéndonos a aprendices de filósofos, y con el regusto de una gran obra como la expuesta por Baroja, la revolución dominical acoge El árbol de la ciencia, una novela escrita de forma sencilla pero con un trasfondo que supera la lógica y con miles de explicaciones todas válidas por igual.
Baroja, uno de los hombres más lúcidos en una época turbia en España, nos presenta de la mano de Andrés Hurtado un pedazo amargo de la historia de nuestro país en la que la desesperanza era la tónica habitual de un país errante.
Hurtado, un joven estudiante, bucea en los trastocados valores de la sociedad española, cuestiona y extrapola los dictados de los grandes filósofos, intercalándolo con la opinión sobre estos de un Baroja que planea habitualmente «El árbol de la ciencia».
Puede que la lectura de este libro no nos despeje dudas existenciales ni nos revele el camino que nunca encontraron Nietzsche o Schopenhauer, pero si nos regalara una de las mejores descripciones de una España que por el 1898 no soñaba, ni anhelaba, solo sufría los reveses que el escenario internacional le acometía y se encarna en la figura de un joven que solo encuentra en el pesimismo la fuerza para describir tal cruda realidad.
Este domingo nos ponemos nuestras togas, nos dejamos barba blanca y comenzamos a filosofar, teniendo el análisis en esta misma página y en Itunes a partir del lunes a primera hora.
¡La revolución ha comenzado!