La locura, ese estado de la mente tan difícil de definir y que, sin embargo, posee una capacidad de atracción incomparable. Desentrañar los misterios de la mente, descubrir todos los secretos que esconde el órgano más respetado del cuerpo humano, es una práctica a la que se han dedicado cientos y miles de estudiosos. La Psiquiatría es el carácter científico de dicha práctica, y son ellos, los científicos, los que se han encargado de aportar luz a tan oscuro tema.
No obstante, también la literatura, la pintura, el cine y una gran cantidad de artes plásticas se han dedicado, durante siglos, a representar esa locura que tanto temor y tantas pasiones despierta. ¿Acaso no reconocemos la locura en el rostro de Saturno mientras devora a sus hijos, tan bien expresado por Goya? O la representación de El Bosco sobre algunas de las operaciones que se llevaban a cabo en la Edad Media para “curar” la posible enfermedad mental, como en La extracción de la piedra de la locura.

La soberbia actuación de Jackson Nicholson en la película Alguien voló sobre el nido del cuco, basada en la novela de Ken Kesey, también sirvió para acercarnos a ese estado en el que la razón y la demencia se hacen uno solo, y es difícil distinguirlos. Estos son algunos de los motivos que hacen de Los renglones torcidos de Dios, de Torcuato Luca de Tena, un libro especial. La historia del propio autor, que ingresó en un sanatorio mental para recrear después el atrezzo de su novela, despierta rápidamente el interés de aquellos que están apunto de bucear entre sus páginas.
Quizás muchos quieran hacerlo alguna vez. Ser testigo de los caprichos de la mente es, cuanto menos, tentador. Pero los libros sirven precisamente para mostrarnos aquello que de otra forma no veríamos, para llevarnos de la mano por mundos inexplorados y presentarnos a personas y personajes que de otro modo jamás conoceríamos. Los libros son, en ocasiones, grandes amigos. Como lo es la protagonista de la obra de Luca de Tena, Alice Gould, una mujer que ingresa en un hospital de la mente para desenmascarar al autor de un terrible crimen.
No obstante, las cosas nunca son lo que parecen, y menos en un centro de este tipo. ¿De quién te puedes fiar? Eso lo debe decidir el lector. ¿Quién está en su sano juicio y quién no? Torcuato invita a entrar en el psiquiátrico, muestra un variado elenco de enfermos y enfermedades y es el lector el que debe dar el siguiente paso. Tras él se cierran las puertas del manicomio de Nuestra Señora de la Fuentecilla y solo queda la locura de unos y otros para acompañarlo durante su visita.
¡La revolución ha comenzado!
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