Viaje al fin de la noche de Louis-Ferdinand Céline es una novela con una larga lista de adjetivos que la atan como una correa y la silencian como un bozal. Han dicho de ella que es fabulosa, magnífica, profunda, oscura, compleja, imperdible, aburrida, incomprensible, irónica y un largo etcétera de palabras baladís. Críticos y más críticos han intentado amordazar este libro con epítetos sin darse cuenta de que se trata de un esfuerzo fútil. ¿Para qué simplificar tanto un análisis?

Es comprensible, por ejemplo, que ante un título simplón alguien haga el esfuerzo de condensar la esencia literaria del libro para presentarlo en sociedad mediante una retahíla de calificativos. Ahora bien, cuando el propio autor consigue condensar todo en el título, ¿no sería mejor tomar eso como punto de partida?
Viaje. Su lectura propone una travesía al receptor por la historia del siglo XX, sin ambientadores que hagan más llevadero el olor a mierda que desprenden las páginas. Fin. Este se perfila de manera inabarcable, a veces tan cercano que asusta, otras lejano y amenazante. Céline propone un destino final para la humanidad en su novela mediante una serie de pistas que el lector debe interpretar. Noche. Todo ello en un contexto de oscuridad, lujuria, sombras, irracionalismo… frente al racionalismo de la luz, del sol, del día.
En La Milana Bonita, el próximo domingo 16 de marzo, desistiremos de domar la primera novela de Céline. Preferimos verla corretear libremente por la cabeza de los miles de lectores que la atesoran en su memoria. Emprendiendo un viaje al fin de la noche sin rumbo fijo y con un destino incierto. ¿Qué se esconderá en el final del trayecto, el amanecer o la oscuridad más absoluta?

¡La revolución ha comenzado!
Muy buena la entrada!! me gusta mucho su blog, y seré una ávida seguidora.
Saludos!!!