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La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes

La memoria es un relato, ficcional o no, sobre el que se construyen vidas, amistades, amores, desamores, pueblos, naciones, villanos y héroes. Ya lo cantaba Chavela Vargas, todos queremos volver, nos morimos por volver, volver, volver. Queremos regresar y revivir esa primera vez en la que todo sabe nuevo y, aunque lo sabemos imposible, no nos resignamos y lo deseamos con todo nuestro corazón. Así pues, es lógico que la memoria, nuestra propia e impar memoria, sea lo único a lo que nos podemos asir para mirar con esperanza el futuro o para justificar nuestro presente.

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Carlos Fuentes imaginó el pasado y recordó el futuro en su genial novela La muerte de Artemio Cruz. Publicada en 1962, esta novela ha sido considerada y recordada en manuales y libros de texto por ser un hito en el desarrollo de la nueva novela latinoamericana. José Carlos González Boixo, responsable de la edición comentada de Cátedra, explica en el prólogo que “tan solo La ciudad y los perros (1962) de M. Vargas Llosa es equiparable, y habría que remontarse a Pedro Páramo (1955) de Juan Rulfo para encontrar una novela que marcase de manera definitiva la frontera entre la narrativa tradicional y la nueva novela”. Con todo, aunque es innegable la proeza técnica de La muerte de Artemio Cruz nosotros hemos relegado esta característica a un segundo plano del comentario.

FINALY
Ilustración de Francisca Aleñar

Son muchos los análisis eruditos que abordan el apartado técnico (y lo hacen y lo harán mejor que nosotros), por esta razón, nos hemos dejado engatusar más por el fondo y por la experiencia lectora que por la forma. ¿Existe un monólogo interior con una fragmentación temporal? Por supuesto que sí. Ahora, ¿cómo influye esto en el lector? ¿Qué sentimiento evoca en la mente del público? ¿Qué aporta a la cruda y dura historia de Artemio Cruz? ¿Es posible sentir empatía con un personaje completamente sincero, con un personaje que no desea fingir ni dulcificar nada, con una persona que se planta ante la muerte sin deber nada a la vida? Todo esto lo perfilamos superficialmente en la Piedra Rosetta. No profundizamos mucho por falta de tiempo, por temor y, sobre todo, porque somos conscientes de que ante una obra como esta solo cabe animar a la gente a leerla. Es lo más honesto por nuestra parte.

Tras esta sección, charlamos brevemente sobre Carlos Fuentes en La Pluma. Un escritor mexicano que nació en Panamá y cuyos restos descansan en París. Un narrador e intelectual imprescindible del que hemos rescatado algunas declaraciones para conocer mejor cómo abordaba tanto su faceta creativa como su deber cívico para con la sociedad. Inmediatamente después, volvemos a ampliar nuestro vocabulario en La Palabra Escondida, tratamos de poner una Banda Sonora al libro y recomendamos nuevas lecturas a los escuchantes. El personaje invitado en Los oficios de la literatura es Paulo Camodeca, un filólogo español que se encuentra en la etapa final de su formación y que nos ha explicado qué futuro se plantea tras cursar estos estudios.

Y así, paso a paso, llegamos de nuevo al final de otro programa más y ya van más de 120. Nos queda el recuerdo de la primera lectura, le memoria de una hora de radio y las huellas emocionales que nos generan personajes como Artemio Cruz. Luego, cada cual deberá relatar este recuerdo y decidir si fue bueno el tiempo dedicado. Nosotros, y esto es una opinión completamente subjetiva, no nos arrepentimos ni un ápice.

¡La Revolución ha comenzado!

2 comentarios

  1. Queridos amigos de La milana bonita, les agradezco mucho que hayan hecho un programa sobre La muerte de Artemio Cruz. En México se hace culto a la personalidad de Carlos Fuentes porque fue un hombre noble y muy culto, Tuve la oportunidad de escuchar algunas de sus conferencias, una de ellas en el Colegio de México donde tuve el placer de intercambiar algunas palabras con él. No estaría mal que en el futuro hablaran tambien de La región más transparente, La silla del águila u otra, tal vez, Gringo viejo o Aura.
    Muchas gracias.

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