Puede parecer una exageración, una hipérbole e, incluso, una falta de modestia por mi parte, pero, desde la subjetividad objetiva de quien no debe ningún favor comercial a ninguna editorial, me siento capacitado para afirmar que Capitalismo canalla de César Rendueles es uno de los mejores ensayos publicado en español en lo que va de año. Si soy sincero, no se ha tratado de un enamoramiento a primera vista. Su texto Sociofobia (2013) ya había pasado por mis manos hace más o menos un año y quedé parcialmente maravillado. En su momento, pensé que aquel autor pasaría por mi mente como un romance veraniego. ¡Qué idiota fui! Por lo que acaba de publicar, tiene pinta de que será una relación larga y fructífera la que nos deparará su firma. Como diría aquel: «Ha nacido una estrella». Si no lo creen, tiempo al tiempo.
¿A qué vienen tantas loas?
Capitalismo canalla no es ni más ni menos que lo que reza en su subtítulo: «Una historia personal del capitalismo a través de la literatura». Esta propuesta puede parecer arriesgada (incluso, alguien la podía tachar de poco seria). Ahora bien, conviene darle una oportunidad al libro porque, como explica en el prólogo el autor, su objetivo es construir un relato de este sistema económico mediante ejemplos de la ficción:
Las críticas teóricas sofisticadas que nos explican con exactitud las estructuras sociales reales que subyacen en la economía de casino y la cleptocracia son insustituibles. Pero resultan inútiles si no nos libramos, además, de esta siniestra docilidad que nos paraliza, si la posibilidad de la emancipación política no se trasluce en nuestros gestos cotidianos, un poco como nos viene a los labios a trompicones un verso aprendido en la infancia mientras nos lavamos los dientes. Y para ello, como sugería Sacks, es legítimo usar las experiencias ficticias como materia prima de la imaginación política desde la que proyectar el futuro que queremos.
Por lo tanto, Rendueles asume que a la hora de proyectar una interpretación de una realidad social son igual de válidos los hechos ocurridos y los ficticios, en tanto en cuanto, ambos se constituyen como discursos. Pongamos un ejemplo. Cuando se hace el relato de caída de Lehman Brothers en periódicos como El País o El Mundo, es inevitable que haya una selección y una disposición de los datos por parte de los periodistas con el objetivo de dotar al reportaje de una lógica asumible por la audiencia de estos medios. Consecuentemente, nos debemos plantear: ¿existe una diferencia tangible entre esta realidad mediatizada en los dos periódicos y el relato precrisis que pudo realizar Chirbes en Crematorio? Para el autor de este ensayo no.
Yo he intentado usar fragmentos imaginados para reconstruir el rastro de procesos reales que han quedado disueltos en el medioambiente lisérgico del capitalismo contemporáneo.
Como decía antes, esta propuesta epistemológica es carne de cañón para esteticistas, canonicistas y economistas. Los primeros y los segundos le criticarán la falta de un criterio serio y consensuado durante siglos. Los terceros, dirán que la literatura no puede ser utilizada como parámetro evaluador de la economía. A unos y otros, yo les diría con un poco de retranca: ¿pero no han escuchado en estos años de crisis el concepto de «economía ficción»?

Sinceramente, creo que estamos de enhorabuena. Cuando murió José Luis Sampedro en 2013, la intelectualidad de la izquierda quedó huérfana en este país. Resulta esperanzador observar que los que podrían ser sus nietos han decidido tomar el relevo.
Curiosamente me contarón que Marx decía que aprendió más de economía leyendo a Balzac