A menudo nos acercamos a los libros en busca de una perspectiva nueva, de una forma distinta de ver las cosas. Los buscamos sin conocernos, como en una cita a ciegas, y una vez has posado tu mirada en esa portada, un impulso incontrolable te invita a acercarte y cogerlo. Es lo que les ocurrirá mañana a los miles de barceloneses y barcelonesas que saldrán a la calle a disfrutar de Sant Jordi. Rosas y libros como protagonistas, pero también lectores ávidos de dar con esa novela que después les valdrá un beso, una caricia o una sonrisa de agradecimiento. Regalar libros nunca es fácil, pues has de meterte en la mente del regalado y dar con ese click que le hará enamorarse de tu elección. Por suerte, hay libros para todo tipo de gustos y cada uno busca una perspectiva diferente entre las páginas.
Cada ensayo, cada novela, cada verso tiene algo que ofrecerte y hasta del rechazo se aprende, por lo que no importa tanto cuál es tu adquisición, sino el propio hecho de salir en busca de la experiencia de leer. Y quizás, mañana, en el propio paseo a por ese libro o esa rosa, encuentres un pedacito de arte, porque esta también se encuentra en la mayor de las cotidianidades. Es lo que transmite el último libro del poeta soriano Víctor Angulo, Una casa victoriana (papelesmínimos Ediciones, 2018), quien a través de una serie de poemas nos invita a conocer el arte de la observación para apreciar o despreciar lo que nos rodea.
En conjunto, los diferentes poemas conforman un relato que encuentra en el poema su mejor gala para representar el día a día del autor, desde su tiempo de camino al trabajo, sus veranos de juventud o la vida en pareja. Se dividen en tres partes; ‘Discurso de un viajante’, ‘Toda la música del mundo’ y ‘El amor y nosotros’, y en todas ellas el autor te transporta a su universo para que vivas el poema como propio y te sientas protagonista. Es quizás uno de las características más plausibles de Una casa victoriana, la capacidad de hacer partícipe al lector a sabiendas de que este podría ser la voz narradora.
Lo que hace a la obra de Angulo un paseo único es su capacidad para ver más allá de la normalidad que nos rodea, de transmitir detalles que pueden pasar desapercibidos aun estando delante de nuestras narices.
Te dije que te tumbaras encima del colchón para ver qué
sentías,
para ver si cerrando los ojos podías oír la historia
de Palas Atenea,
la balada de Frankie Lee;
para ver si podías oír la soledad de Karen Blixen,
envejecer a Mark Twain.

No es fácil encontrar el ritmo en la rutina y la normalidad, pero el gusto por los detalles pueblan todos los rincones de Una casa victoriana, que no le exige al lector más que sentarse a escuchar. Porque el trabajo de Angulo es un canto a la vida, pero uno contenido que no cae en lo cursi o la extravagancia sin dejar de ser eso, una celebración. Da tiempo a la reflexión en las pocas páginas que conforman la bonita edición de papelesmínimos, y es en ese ir y venir de la cotidianidad a lo reflexivo donde encuentra su lugar la obra, una que, dicho sea de paso, es un regalo perfecto para aquellas personas que creen que la poesía es un arte de bohemios culturetas que miran con desdén a quien no conoce a Whitman.
Las responsabilidades de la pareja no son muchas,
aunque básicamente son dos:
hacer el amor, procurar no deshacerlo.
Gracias, Eduardo. Sí que es complicado eso de regalar un libro!
Me encanta esa observación de lo cotidiano. Esa mirada genuina hacia lo rutinario supera en mi humilde paladar cualquier otra sobre lo extraordinario o fantástico.
Saludos cordiales.
Un gran profesor, con cariño sus alumnos de El Burgo de Osma.