Cuando nos enfrentamos a la lectura de El ojo de Vladimir Nabokov, encontramos una enrevesada historia que incluye espías, bolcheviques y un meticuloso juego de estructuras literarias. Ante este panorama era fácil suponer que su lenguaje destacaría por su complejidad. Sin embargo, nada de esto sucede y su vocabulario no demanda más que agudizar un poco la atención. Las palabras están todas allí, solo hay que encontrarlas, ¿a qué esperas?.
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