Es un error habitual entre muchos narradores primerizos no controlar el impulso por correr con la pluma, lo que provoca que sus escritos sean una especie sprint desde la primera página con el objetivo de alcanzar la meta del punto final lo antes posible. El problema es que la gran mayoría no se da cuenta de que una escritura precipitada no conlleva, ni mucho menos, una lectura rápida y adictiva. Más bien, todo lo contrario.
Por esta razón, las pausas narrativas son uno de los elementos más importantes entre las herramientas técnicas del buen escritor. Ralentizar el tempo narrativo es muy útil, por ejemplo, si se quiere generar tensión, desahogar la trama o situar un acontecimiento en un marco simbólico. Pero, ¿cómo se puede hacer? En esta nueva entrega de Orfebrería con palabras, nuestro modesto taller literario radiofónico, ofrecemos algunos consejos muy básicos que podrían ser útiles.
