Son varias las razones que nos acercan a leer uno u otro autor. Recomendaciones de amigos, una noticia de actualidad, críticas en prensa o revistas especializadas… Lo mío con Franzen comenzó con el boca a boca. Hace ya algunos años alguien lo mencionó en clase. La conversación fue más o menos así:
-Tienes que leer Libertad, de Jonathan Franzen, ¿lo conoces?
-Me suena haber leído algo… (mentira, o quizás si había leído algo, pero no le prestaría demasiada atención)
-Entonces tienes que leerlo
-¿Qué más tiene ese autor?
-Bueno…la novela con la que pegó el boom fue Las correcciones
Pegar el boomb, alcanzar el éxito, vender millones de libros…un best seller. No seré el primero ni el último lector en sentir cierta aversión por los superventas. Pero la experiencia me ha demostrado que una cosa es vender mucho por ser una novela de calidad y otra muy diferente es ser un gran producto de márketing concebido de principio a fin para encajar en los intereses de un público objetivo en un momento concreto. Jonathan Franzen es ambas cosas.

Acudí a él con recelo, pero había varios ingredientes en sus novelas que me atraían: pretenden un retrato de la sociedad americana contemporánea, tienen su dosis de reflexión intelectual/filosófica y, por último, su toque irreverente. Franzen nació en Chicago en el año 1959 pero se crió en Sant Louis, Misouri. Veintinueve años después, en 1988, publicó su primera novela, La ciudad veintisiete. Cuatro años después llegó la segunda, Movimiento fuerte. Ambas tuvieron buena crítica, pero el absoluto éxito llegó con Las Correcciones, publicada, nada más y nada menos que 9 años después, en 2001. Se vendieron 3 millones de ejemplares y recibió el National Book Award, uno de los galardones más prestigiosos de Estados Unidos.

La novela cuenta la historia de los Lambert, una familia americana que necesita encontrarse a sí misma entre las contradicciones de la sociedad norteamericana y la paranoica década de los 90 . Por un lado está Alfred, ex ingeniero de ferrocarril que empieza a mostrar síntomas de Parkinson. Un hombre recluido en su sótano, de mentalidad conservadora propia del Medio Oeste y que solo siente empatía por una butaca. Después está su mujer, Enid, una ama de casa enamorada del ideal burgués y obsesionada por reunir a sus hijos por Navidad, muy preocupada por la opinión de los que le rodean. Después está Chip, un treintañero de vida, más bien, inestable, que una vez fue profesor universitario, puesto del que fue expulsado por tener relaciones con una alumna. Ahora su vida no tiene un rumbo fijo, algo que no para de recordarle su madre cuando le compara con su hermano mayor, Gary, un alto ejecutivo bancario; o su hermana menor Denise, que triunfa como cocinera en un famoso restaurante de Nueva York.
La simbiosis que crea Franzen entre esta familia (a través de la cual caricaturiza su propia infancia del Medio Oeste americano) y la sociedad americana de la época es, precisamente, la esencia de la novela, el pilar sobre el que se sostiene la narrativa de Franzen, sus reflexiones intelectuales y su irreverencia. Es una novela diferente, o al menos me sorprendió gratamente cuando la leí. No es un best seller, es una novela de calidad que gustó a la crítica y, posteriormente, al público. Cuando 9 años más tarde llegó Libertad, Franzen ya tenía la mitad del camino hecho. Volvía a retratar a una familia americana, y además su novela tuvo el empujón que toda novela de éxito, si quiere ser tal, debe tener en EEUU: una crítica positiva (o más que positiva), en ‘The New York Times Book Review‘. El director de la publicación, Sam Tanenhause, calificó Libertad como la «obra maestra de la ficción americana». Hasta Obama, otro gran producto de márketing, dijo públicamente que le parecía una gran novela.
A ello se le suma el hecho de que Franzen es un autor que no deja indiferente. Y lo hace con ciertas dosis de escándalo mediático ya sea a través de sus ensayos o con ciertos desencuentros con personajes archifamosos. Un poco de mala leche para ganar tantos detractores como defensores y, en definitiva, ruido mediático. ¿A propósito? Quién sabe. Lo que está claro es que ahí están sus libros. Que hablen ensayos y novelas, que es lo que queremos los lectores.
Tengo una historia rara con este libro… No sé dónde, ni cómo, ni cuándo, leí el principio del primer capítulo y me gustó tanto el estilo de las primeras líneas que estuve mucho tiempo detrás de él. Pero lo quería en papel, y barato. Y cuando salió en edición bolsillo no me dio tiempo a comprarlo antes de que mi madre lo trajera a casa por su cuenta. Ahora está en la estantería y en cuanto encuentre el momento lo leeré y veremos si cumple las expectativas. No había leído ninguna opinión sobre él hasta ahora, y con esta me han entrado más ganas aún de ponerme con él.
Saludos.