Pasó el día del libro, Sant Jordi y el orgasmo comercial y mediático que se vive todos los años a finales de abril. Los libreros respiran unas semanas, las editoriales descansan tras las agresivas campañas de publicidad y los escritores ponen sus doloridas manos en agua con sal después de pasarse horas firmando ejemplares. Mientras, los lectores vuelven a casa con un libro, diez marcapáginas y dos euros más en el bolsillo gracias a los generosos descuentos del 10% que pretenden fomentar el consumo.

En mi ciudad, Valladolid, los libreros suelen poner el 23 de abril una serie de puestos en Plaza España. Animan el cotarro con algunos espectáculos, dando algunos dulces y con un poco de música. Si el tiempo acompaña, la gente suele acudir en masa, por lo que darse una vuelta por esos lares suele acarrearme siempre sentimientos contradictorios. El otro día, mientras nos abríamos paso entre la muchedumbre tratando de ver los libros expuestos, una de las personas más inteligentes que conozco (quien también es mi compañera) me dijo: “Ya sé por qué no me gusta esto. Aquí los libros están prostituidos. Han perdido su valor y solo los puedo ver como objetos”. Yo solo pude asentir. Centenares de personas abarrotaban los estantes, toqueteaban los libros, compraban, gastaban… Los libros habían perdido su identidad al mercantilizarse y convertirse en un producto más del capitalismo salvaje. Es curioso, pero en esa misma plaza ahora mismo habrá decenas de puestos de fruteros. Así pues, donde el jueves la gente compraba el último de Umberto Eco hoy podrán comprar un kilo de naranjas a 50 céntimos.
¿Son buenos o malos estos actos festivos?
No seamos necios. No caigamos en la superficialidad de ser unos “culturetas” elitistas. No haríamos ningún favor al mundo del libro ni a la literatura. La verdad es que estos actos festivos son muy positivos para el mercado que de una manera u otra sostiene al libro. Tal y como explicó Eva Serrano en el último programa: “Los grandes superventas permiten vivir a los libreros y de esta manera las pequeñas editoriales tenemos espacios de comercialización”. Así pues, las aglomeraciones de gente que se dan el 23 de abril en torno a estantes repletos de libros serán siempre bienvenidas, ya que nos permitirán a los demás poder ir el 24 a esa librería de barrio, con buena música de fondo, a fisgar y quizás no comprar nada. Y es que, pese al lado romántico que tiene la literatura, no podemos negar ni olvidar que los libreros, los escritores, los editores, los agentes, los correctores, los diseñadores y los impresores tienen la ridícula manía de comer, ¡¡hasta tres veces al día!!

El problema no es tanto la insalvable mercantilización de la literatura, sino que estos actos nos cieguen y olvidemos el abandono sistemático e intencionado que ha sufrido el mundo del libro promovido por la clase política, los medios de comunicación y gran parte de la sociedad. Las cortinas de humo institucionalizadas de ferias y firmas masivas no pueden ocultar ya la hoguera de las vanidades que se está dando en el siglo XXI ante la mirada impertérrita de muchos. ¡No al IVA cultural! ¡No a los recortes en bibliotecas públicas! ¡No al abandono sistemático de la educación pública! Nuestro esfuerzo debe centrarse en hacer lectores, no consumidores de libros. Menos mal que aún nos quedan discursos como el de Goytisolo y proyectos como la Revista Literaria La Milana.
Hola.
Yo tengo sentimientos contradictorios ante estos eventos. Por un lado estoy de acuerdo con la «prostitución» de los libros. Pero por otro, me agrada que los libros sean protagonistas por un día. Si no hubiera ni eso…
Además estoy de acuerdo con lo que dice Eva Serrano. Si mi pequeña librería de cabecera, como yo la llamo, (la librería el PaSo de Santa Cruz de Tenerife) no se mantuviera a flote por la venta de best sellers, nos privaría a los que nos gusta ir allí a perdernos entre las propuestas de las pequeñas editoriales.
Y por su puesto totalmente de acuerdo con el abandono institucional al mundo de la cultura: ¡Basta ya de planes PIVE para los coches! ¡Por un plan PIVE para la cultura!
Un saludo
Creo que de cualquier forma darle incentivos a la venta de libros es lo mejor que se puede hacer en estos tiempos difíciles. En México, por ejemplo, se ha adoptado esta costumbre de San Jordi y ha tenido mucho éxito. Lo único que me preocupa es el acceso a la literatura porque por un lado hay mucha oferta y ,por otro, muy poco poder adquisitivo.Resulta difícil destinar unos cien euros a la compra de libros porque representa un gran desfalco y se ve uno en la necesidad de seleccionar entre una gama de buenisimos titulos para ,al final, no comprar todo lo que quieres. Debería haber una política que realmente ayudara tanto a los escritores como a los lectores porque con los intermediarios que hay los precios se ponen por las nubes. Está también el caso de muchos escritores no reconocidos o desconocidos que no encuentran la forma de promover sus trabajos porque ni de chiste podrían estar en una feria del día del libro como esa.
Gracias.