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#DebateMilana: Las críticas literarias negativas, ¿venganza o responsabilidad?

Es inevitable. Es un dilema que todo crítico literario debe resolver en algún momento de su vida, incluso, quizá cambie de parecer con el paso de los años. De su respuesta se puede deducir su compromiso con la literatura, con la crítica, con el periodismo, con los lectores y con él mismo. La terrible pregunta, que a más de uno ha quitado el sueño, es: ¿se debe hacer una crítica negativa de un libro que consideramos “malo” o es mejor guardar silencio? Existen muchas posturas tomadas ante este dilema. Yo, a continuación, explico qué decisión tomé y por qué.

Hace ya unos meses, publiqué en esta misma página una “anti-reseña”. No sé si alguien antes había abordado este “género periodístico” (no quiero atribuirme la paternidad de ningún concepto), pero surgió en mi cabeza de manera intuitiva, casi mística. Pensé: “Si habitualmente en La Milana solemos hablar de libros que consideramos buenos por una u otra razón para fomentar así la lectura, quizás también es necesario recomendar al público que no lea una obra porque la consideramos perniciosa para la literatura”.Dios-vuelve-en-una-harley-ebook-9788466645621

Así pues, una cosa llevó a la otra, y terminé por escribir una anti-reseña de la novelita Dios vuelve en una Harley, un libro a medio camino entra la ficción sentimental y los libros de autoayuda, que me permitía abordar de manera colateral en el fenómeno del bestseller de corta duración (es decir, aquellos que consiguen grandes ventas durante unos meses, pero que luego se esfuman sin dejar rastro). En aquel texto argumentaba de manera un tanto irónica cuáles eran los motivos que hacían de esta obra algo dañino para el lector. Resumiendo: me parece un libro bastante machista, que ofrece una imagen condescendiente y dulcificadora de la religión y que, técnicamente, es bastante pobre y está repleta de tópicos.

Como decía una profesora mía, esta reseña de manera “automágica” pasó a ser una de las primeras referencias que ofrecía el buscador Google cuando la gente realizaba consultas sobre la obra, por lo que, de manera inevitable, terminó por convertirse en un imán para los más acérrimos seguidores de Dios vuelve en una Harley, quienes se sentían ultrajados e insultados con mis palabras. Los comentarios se sucedieron con el paso de los días y muchos hicieron patente su desencanto. Pero, ¿por qué? ¿Realmente esa crítica era un gesto de soberbia por mi parte? ¿O es que hemos llegado a un nivel tal hipocresía y de oda al mundo de las piruletas que ya chirría en nuestra cabeza leer una crítica negativa? Existen dos posturas intelectuales ante este dilema, y parece que una es la que tiene más seguidores.

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Crítico literario enajenado en el mundo de las piruletas persiguiendo «premios planeta» de chocolate. Fuente: Los Simpson.

La peor crítica: ¿el silencio?

Parece que el silencio es la peor crítica según muchos medios de comunicación. Cojamos un suplemento literario de un sábado cualquiera. Estos suelen recoger, aproximadamente, unas veinte reseñas y ninguna de ellas puede ser considerada globalmente como “negativa”. Es cierto. Puede que tenga algún parrafillo insidioso o algún toque de atención para el escritor, pero nada que se salga de la línea laudatoria. Es difícil dirimir si esto es consecuencia de las presiones comerciales y los amiguismos que se tienen hacia ciertos escritores, o si es una postura del crítico que asume con deportividad su enorme influencia y decide no castigar a un autor en demasía.

Por otro lado, están aquellos que “reparten” a diestro y siniestro. Suelen ser más habituales en el sector del cine o del teatro, pero alguno también hay por el mundo de la literatura. Ellos justifican su actitud diciendo que tienen un público que sigue sus opiniones y que no le pueden fallar. Así pues, lo mismo hablan de la mejor novela del año que destrozan el bombazo editorial del momento. En su contra, cabría decir que en un mundo tan complejo como el editorial, incluso una mala crítica puede ser positiva (que hablen mal o bien, pero que hablen), por lo que a lo mejor están favoreciendo a ese autor. ¿Han caído en la trampa?

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Errol Flynn en su papel de Robin Hood.

Postura intermedia

Yo, personalmente, he adoptado una postura intermedia. Cuando no me gusta la novela de un escritor primerizo o desconocido no publico la reseña. Se le manda un correo, se le explica el porqué y se le anima a seguir. En cambio, si se trata de un autor de renombre o de un bestseller sí que me permito optar por la “anti-reseña”. Al final, desde nuestros particulares criterios, en La Milana tratamos de ser algo así como el Robin Hood de la literatura. Robar a los ricos para repartirlo entre los pobres. ¿Esta postura es acertada? ¿O es otra estrategia hipócrita y dogmática? No lo sé. Para responder a esto habría que solucionar otra cuestión: ¿existen unos valores objetivos que nos permitan enjuiciar las obras literarias? Este es un tema mucho más complejo y nos tocará debatir sobre él otro día.

Notas:

  1. Crítica y reseña no son géneros periodísticos equivalentes pero, vistas las últimas tendencias en el sector, parece que se están asimilando así que aquí han sido utilizados como sinónimos de una misma realidad: artículos periodísticos que hablan de un libro en concreto, de un autor o de su obra.

2 comentarios

  1. Le he dado muchas vueltas a esta decisión. Efectivamente, mi postura cambia con el tiempo.
    Por una parte, una crítica muy negativa puede tener un efecto amplificador difícil de imaginar y puede hacer al autor mucho más daño del que imaginamos.
    Por otra, en la barahunda de las redes sociales, que filtran por número de visionados de la página y no por calidad, es fácil encontrar una colección de salmodias, poco creibles.
    ¿Qué hacer entonces?
    En espacios cerrados y controlados, decir lo que se piensa.
    En espacios controlados, tal vez lo mejor es «valorar: mejor no reseño, mejor no critico», o «me reservo mi opinión». Es una especia de silencio activo, un silencio adaptado al ruido de las redes sociales.
    Se da a menudo la situación de reseñar libros con aspectos positivos y negativos. En ese caso, resaltar los primeros, dejar bien claros los segundos. No recomendar la lectura.

    Sin duda, lo mejor es no equivocarse y aceptar siempre con un libro que nos gusta…

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