Es curioso, pero resulta dificilísimo pararse a pensar en el significado de las palabras. Me refiero al significado real, el auténtico, la propia esencia de este o aquel vocablo que en el día a día quizás usas cientos de veces y, sin embargo, no te has parado a pensar nunca en ellas. Ni que decir tiene que si encima nos referimos a conceptos abstractos tales como el amor, del que tantas veces se ha hablado y aún sabemos más bien poco, el bloqueo mental es absoluto. La definición de este universal y manido sentimiento dio pie incluso a todo un ensayo del ilustre filósofo Ortega y Gasset, Estudios sobre el amor.
Ese es el gran talento de los buenos escritores, filósofos, artistas: tratar de desentrañar la esencia de conceptos que nos ayuden a entender aquello que nos rodea. Antes de seguir, te propongo un reto: piensa durante unos pocos segundos qué significa la ‘amistad’, pero qué significa de verdad. Tarea nada sencilla, ¿no? Si aún sigues dándole vueltas, disfrutarás la última joya publicada por la editorial papelesmínimos, Te miro para que te quedes, de Andrés Barba (Madrid, 1975). Con este libro, el también poeta, ensayista y traductor se atreve precisamente con esa definición de amistad, y lo hace de una manera tan absolutamente sencilla que asombra.
Parte de una experiencia muy dolorosa, que es la pérdida de su amigo Pablo Angulo, pintor de profesión. A partir de ahí echa la vista atrás y comienza a recordar los diferentes momentos de su historia juntos: sus risas, sus fracasos, sus enfados, sus cervezas, sus divagaciones telefónicas, sus proyectos… Una larga retahíla de anécdotas y reflexionan que parecen tomar forma corpórea para mostrar al lector la esencia misma de la amistad. Lo hace sin que te des cuenta, de golpe, rápido y sin ofrecer momentos de respiro más allá de las magníficas ilustraciones del propio Angulo que oxigenan la lectura.

El libro llegó a mí por casualidad y cada vez tengo más claro que son estas pequeñas obras inesperadas las que más alegrías me dan últimamente. La sinceridad de Barba, que te habla a través de su escritura con una naturalidad encargada de dotar de verosimilitud a sus palabras, sirve además de lección para enseñarnos a apreciar aquellos momentos cotidianos que esconden el verdadero significado de términos como amistad. La guinda del pastel la pone Casi un diario, de Pablo Angulo, un compendio de diferentes ilustraciones que fue acumulando en vida y que van desde escenas tan habituales de barra de bar hasta chistes y demás desvaríos de artista.
Te miro para que te quedes es en definitiva un dos en uno cuyo valor reside en esa conexión que logra con un lector que, como los propios autores, también puede ser testigo de su propia vida. Parecemos caminar con un velo en los ojos que nos impide observar, y son libros como este los que retiran dicho velo. Una magnífica sorpresa.