Quien arriesga puede perder. Esta máxima, en cuanto a la literatura se refiere, se puede aplicar a escritores, lectores, editores y libreros sin importar el contexto temporal ni espacial. Quien se arriesga puede perder, como aquel escritor que en la búsqueda de la innovación o de la gran novela termina naufragando en un aborto narrativo del que no se puede rescatar ni un párrafo. Quien arriesga puede perder, como aquel lector que por un impulso indefinido compra un ejemplar de un libro del que no tiene ninguna referencia y el cual lee hasta el final por puro orgullo, porque desde la primera página sabe que es malísimo, perdiendo horas de su tiempo e ilusión. Quien arriesga puede perder, como ese editor que sigue creyendo que “otra literatura” es posible, al margen del mercado, y que se da una hostia económica terrible al quedarse con cajas y cajas de su última publicación. Quien arriesga puede perder, sí, pero también puede ganar. Aquí tienen un ejemplo: La galaxia caníbal de Cynthia Ozick.
Yo al menos desconocía de la existencia de esta escritora estadounidense, Cynthia Ozick, pero arriesgué. Al igual que ha hecho Mardulce al publicar su segunda novela (que vio la luz allá por el 1983 en inglés) pero que permanecía inédita en castellano. Y esta vez, loadas sean las musas, el riesgo ha tenido enormes beneficios (al menos para mí). La galaxia caníbal es una novela brillante, que articulada desde la sencillez, se centra en uno de los temas más complejos de la sociedad contemporánea: la educación.
El relato se construye en torno a uno de esos personajes grises tan propios de la postmodernidad. Joseph Brill es un fracasado, un individuo que estaba destinado a hacer grandes cosas (al menos su relato vital como hijo de deportados del nazismo lo avalaba), pero que decidió no arriesgar y terminó como director de una corriente escuela del Medio Oeste norteamericano.
Usted es un cobarde –arremetió ella–. Quiere saber todo de antemano, cada giro, cada contingencia, ¿o me equivoco? Quiere saber cómo terminará todo. Quiere saber cómo dominar el destino porque una vez el destino lo dominó a usted. Cree que porque lo salvaron el convento, se ganó la salvación eterna. ¡De ahí en adelante, no más daños! No más manchas. No más dolor. Usted quiere saber cómo dominar la angustia (pág. 190).
Ante su fracaso, Joseph Brill decidió proyectar sus inquietudes en los alumnos. Sin embargo, el punto de ruptura con su monótona realidad lo encuentra en una madre. La antagonista de esta obra es Hester Lilt, una mujer brillante de una inteligencia cegadora que, a juicio de Brill, está criando a una joven mediocre y estúpida. ¿Cómo es posible? ¿Significa esto que la educación nada puede hacer contra el destino?
– No podría vivir con una niña como la suya. No si fuese mi propia hija.
– ¿Y con qué sí podría vivir?
-¡Con la inteligencia, con la inteligencia!- exclamó Bill.
Ella retiró la cabeza de la ventanilla.
– Le deseo lo que usted se desea a sí mismo- dijo ella; ya estaba a unos metros de distancia-. Estoy segura de que es lo más justo (pág. 210).
La galaxia caníbal es una obra magnífica. Escrita por una mujer que a lo mejor, quién sabe, un día ganará el Nobel y nadie sabrá quién es (no mientan diciendo que conocían a Ishiguro). Entonces todo el mundo hablará de ella y no será ningún riesgo leer esta novela. Ahora, en cambio, sí y eso es lo excitante. Porque, conviene señalar, que esta obra no es perfecta, ni mucho menos, más bien es irregular, se hace difícil entrar en ella, pero si le damos una oportunidad absorbe con los diálogos.
Mardulce ha arriesgado al publicar las novelas Cynthia Ozick, y quien toma riesgos, ya lo hemos dicho, puede ganar o perder. La cuestión es que en este mundo capitalista salvaje los éxitos en la mayoría de los casos son evaluados monetariamente, pese a que este criterio en la literatura es una absoluta estupidez. Aquí tienen un ejemplo, tiempo al tiempo.