¿Pueden sobrevivir los personajes morales en un contexto de violencia absurda? ¿Es un oxímoron la expresión “violencia moral”? Sin lugar a dudas son preguntas complicadas y estas, obviamente, requieren respuestas complejas. Miguel Salas Díaz las ha afrontado con honestidad en su primer proyecto narrativo, Ni temeré las fieras (Salto de Página, 2017). Una novela de difícil clasificación (al igual que todos los buenos libros, también este se resiste ante las etiquetas) que se mueve entre el género negro, la narrativa de campus y puede, no me atrevería a asegurarlo, las Bildungsroman. Me explico.
Ni temeré las fieras es el relato de un joven profesor de español que lleg a a Nápoles para trabajar como lector en la Universidad L’Orientale persiguiendo un amor efímero y huyendo de otro agriado (novela de campus). Escrita en primera persona y con un estilo ágil, el inicio de esta novela transcurre entre líos amorosos, los típicos miedos a los que se tiene que enfrentar aquel que sale de casa por primera vez y el hallazgo de nuevas personas que le hacen comprender al narrador lo pequeño que era su mundo. La lectura es ágil y recuerda por momentos al estilo de Durrel en Mi familia y otros animales, pero no se confíen, un terrible acontecimiento romperá la magia imbuyendo a los personajes en una espiral de violencia (novela negra) de la que Roberto (al principio narrador protagonista, luego narrador testigo) saldrá siendo una persona completamente diferente (Bildungsroman).
Como ven, se trata de un proyecto narrativo ambicioso que, todo sea dicho, Miguel Salas Díaz resuelve con sobresaliente técnica. No se lo he comentado antes, pero si son aficionados a la poesía puede ser que les suene el nombre de este escritor. Incluso es posible que hayan disfrutado con algunos de sus poemarios, como el titulado Las almas nómadas que recibió el prestigioso Premio Hiperión de Poesía. Pues bien, este pasado (y presente) de poeta dota a su estilo narrativo de una singularidad y una frescura asombrosa, pues Miguel Salas es capaz de hacer estallar en la mente del lector imágenes poderosísimas para después arrastrarlo por el ritmo trepidante de la acción sin darle siquiera tiempo a tomar aire. Quizás solo sea coincidencia (o una sobreinterpretación por mi parte), pero observen cómo en esta breve descripción se muestra la siempre inspiradora convivencia de estos dos mundos literarios y sus lectores:
Los libros se desbordaban de las estanterías buscando la luz y se extendían por el suelo. Un enorme ejemplar del Quijote descansaba a los pies de la mesa, al fresco de las baldosas, como un animal dormido. Sobre la mesa, papeles, un teléfono roñoso, una foto enmarcada de Juan Ramón recitando, ya anciano, y una pequeña escultura de bronce que representaba a un hombre joven recostado boca arriba con un libro sobre el regazo (p.63).
En el primer párrafo de esta reseña me preguntaba si pueden existir personajes morales en un contexto de violencia absurda y desmedida. Dicha pregunta tiene trampa, pues si lo pensamos bien, la moral no es más que una convención social y de eso nos habla Ni temeré las fieras. Si finalmente ceden ante mi recomendación y se deciden a leer esta novela, observen con detenimiento la magnífica triada que componen los personajes Michelle Bellini, el viejo y adorable fascista (nunca pensé que escribiría esto sin ironía), Giovanni Canzanella, el catedrático de español de L’Orientale, y Montella, el inspector de policía napolitano. Todos ellos son personas (personajes) forjados a fuego lento por las vicisitudes de la historia y el lugar. Son individuos ricos en matices, muy diferentes entre ellos, pero que guardan en común una honestidad interior.
Si algo nos muestra Ni temeré las fieras, es que a veces es interesante y necesario quitarse los anteojos de lo que denominamos moralidad. Solo así podremos esquivar ciertos prejuicios que agazapados en las esquinas de nuestra mente aguardan paran emboscarnos cuando menos lo esperamos. Por lo tanto, ante la pregunta que les planteaba al comienzo mi respuesta después de leer esta novela es afirmativa. Sí, pueden existir personajes morales en un contexto de violencia. Es más, seguramente toda la violencia que encierra esta novela es moral. Sin embargo, son pocos, muy pocos, los actos honestos (violentos o no) que relata Miguel Salas en esta fantástica historia.