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‘Tres tristes tigres’, de Guillermo Cabrera Infante y un viaje

Cercanías con destino Aeropuerto T4  va a efectuar su salida… Existen muchas maneras de leer. Hay veces que lo hacemos de manera reposada, como quien disfruta de una puesta de sol en una playa. Otras, nos supone un esfuerzo con una enorme gratificación final, al igual que ocurre cuando se sube una montaña o se realiza una extenuante marcha por el campo. Y por supuesto, no nos podemos olvidar de esas lecturas adictivas, casi vergonzantes, que se hacen con gula, con la misma sensación culpable del que se atiborra con comida rápida una noche de fiesta. Atocha y Guadalajara, vía 2.  Avant con destino Valladolid Campo Grande, vía 12.

imageTres tristes tigres, como suele pasar con las grandes obras, no puede enmarcarse dentro de ninguna de estas categorías que he dibujado al vuelo mientras esperaba en la estación. Es más, esta clasificación no me convence en absoluto. Ahora que estoy en movimiento con el tren creo que sería más conveniente otro símil. Una comparación, por ejemplo, con el baile. Dicho sea, el escrito de Guillermo Cabrera Infante es un prodigio literario con el que el lector no tiene más remedio que bailar y dejarse llevar, porque quien lleva el paso será la novela. Las palabras de sus páginas te guiarán durante bailes lentos, elegantes, alocados o tribales. Cabrera Infante propone un sin fin de experiencias que harán gozar a todos los que se atrevan con este libro, porque aunque no es una narrativa fácil, su lectura deja un poso duradero.

Llegados a este punto conviene matizar que Tres tristes tigres no es exactamente una novedad. Se publicó en 1967 en una España oscura y fría después de pasar por el largo viaje que en su tiempo suponía la censura. Había ganado en 1964 el Premio Biblioteca Breve de Barral y esto, lejos de suponer un salvoconducto, supuso un aliciente más para los que «debían velar por las buenas conductas y la moral nacional católica».

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La reedición que ha publicado Seix Barral con motivo de su cincuenta aniversario recoge acertadamente todos estos avatares. Además de ser una edición integra de su versión original, es decir, sin los corta y pega de la censura, esta edición también recoge todos los informes y réplicas que hubo aquellos años entre la editorial y los «inquisidores literarios». No dejen de leer estas páginas que funcionan como epílogo, porque en sí mismas son una nueva/vieja *ficción*. Próxima estación Segovia, por favor, no olviden sus pertenencias.

Al margen de todo este contexto de publicación, como decíamos, Tres tristes tigres es una novela que funciona como un complejo collage narrativo. Por esta razón, el lector debe estar atento a las marcas de lectura que le permitan construir y disfrutar con la composición final. Mientras leía esta obra de Cabrera Infante, he pasado por decenas de situaciones de lectura (desde el ansia hasta el tedio) pero una vez que lo he terminado, una vez que he conseguido tener cierta perspectiva, me he podido percatar de la genialidad homogénea que trasciende a toda la obra.

Existen muchas maneras de leer al igual que existen muchas maneras de bailar y Tres tristes tigres las explora todas sin perder de vista su objetivo final, es decir, el retrato imposible de la sociedad cubana de mediados de siglo XX. Pero ahora que lo pienso, el símil del baile tampoco me convence. Próxima parada Valladolid Campo Grande, fin de trayecto. Definitivamente tenía que haber optado por explicar esta novela como un viaje. Hubiera sido lo más acertado.

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