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La escritora que se acostó con todos sus personajes

Cada escritor aborda su oficio de forma diferente. Hay quienes viven en la historia, otros que viven para la historia; hay quienes sueñan a sus personajes, otros que los fabrican como máquinas perfectas; hay dioses omniscientes y, también, narradores endiosados. Existen mil métodos para abordar la creación literaria y, sin embargo, pocos tan divertidos y efectivos como el de Rachel Kushner (Oregón, 1968): ella opta por la cama. Esta escritora estadounidense para crear se convierte en amante de todos sus personajes, los manipula con sus encantos, deja que abran y expongan su alma ante ella y, entonces, cuando los conoce mejor que nadie, los escribe.

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Télex desde Cuba

Rachel Kushner

Traducción de Gabriela Bustelo

Libros del Asteroide

415 páginas, 22,95 €

Bajo las sábanas de Kushner miles de folios de documentación, sobre la almohada una cabeza privilegiada capaz de entender, respetar e, incluso, reírse de su labor como escritora. En su primera novela, Télex desde Cuba, salta de la ficción a la realidad con asombrosa facilidad y juega con el lector al escondite de la alegoría. Por ejemplo, hay un personaje en la novela llamado Rachel K (no es difícil encontrar un paralelismo con el nombre de la escritora). Esta muchacha es una prostituta en un burdel de lujo de La Habana, el cabaré Tokio. Por allí pasan los insurgentes Fidel Castro y Raúl Castro, los presidentes Carlos Prío Socarrás y Fulgencio Baptista, así como los poderosos dirigentes regionales de multinacionales norteamericanas como la United Fruit Company. Todos ellos eligen a esta dama como su confidente de sábanas revueltas. Ella se deja engalanar mientras construye su historia. Rachel K es todo fachada. Un personaje dentro del personaje que se hace pasar por francesa y que se pinta medias de rejilla en las piernas para emular la moda zazou. Se trata de una máscara preciosa que permite entrever a la narradora, pero que oculta y deforma lo trascendental.

Un castillo de arena

De cualquier forma, Rachel K no es más que un grano en este inmenso castillo de arena titulado Télex desde Cuba. Son otras las historias que con personajes también sorprendentes llevan el peso de la novela. Por un lado, está el hilo argumental de los niños estadounidenses que ven la realidad colonizadora de sus padres desde la perspectiva de un ciudadano cubano; al fin y al cabo, ellos solo conocen la isla y la consideran su hogar. Rachel Kushner opta en estos capítulos por un narrador limitado a la visión de los infantes y trata de contar cómo ven ellos la realidad de su familia. El lector, por tanto, adquiere protagonismo porque se enfrenta a una información limitada y sin interpretar (ya que el niño no comprende muchas de las cosas que ocurren a su alrededor). Así, la escritora consigue un efecto similar al que se puede tener leyendo Matar a un ruiseñor de Harper Lee: una voz narradora creíble que el receptor asimila sin prejuicios ni dudas.

Por otro lado, está la historia centrada en un ex combatiente nazi de las SS llamado La Mazière. Narrada con breves píldoras de color, esta trama en muchos momentos alegra la historia. Al principio de la novela, los marcos narrativos protagonizados por los estadounidenses de Preston y Nicaro resultan un poco monótonos, por lo que los fragmentos centrados en La Mazière se agradecen como soplos de aire fresco. ¿Qué hace un exnazi en una Cuba a punto de estallar? Una pregunta que atrapa y cuya respuesta casi enamora en un final agónico que protagonizan un Castro y La Mazière en el calor de la selva y la soledad de una tienda de campaña. Una pena que este personaje se quede al final un tanto plano. Kushner lo envuelve, lo perfuma y lo presenta de manera brillante, pero al final, las expectativas creadas son tan grandes que es imposible no sentir cierta decepción.

El tiempo deconstruido

En Télex desde Cuba, las historias que en el inicio del relato parecen brochazos sin sentido se terminan por entrelazar y cuando el lector deja el libro sobre la mesa, para observar con un poco más de perspectiva la novela, se podrá dar cuenta de que todo aquel desorden inicial adquiere sentido. Ahora bien, para llegar a tener esa perspectiva general es necesario armarse muchas veces de paciencia y entrar en el juego que propone Kushner, es decir, hay que dejar a un lado el miedo a no saber. BT2XBcYlkB

Las prolepsis, analepsis y elipsis inundan el libro. El tiempo del relato está manipulado y manoseado hasta dejarlo casi, en un comienzo, irreconocible. La ruptura con la linealidad da a la novela un aspecto fragmentario e incoherente, como si de un libro de relatos se tratara. No obstante, gracias a estos saltos temporales, la escritora consigue mantener la tensión, porque solo cuando se llega al clímax de la historia las lagunas argumentales adquieren un sentido completo. De esta forma, Rachel Kushner logra que, aun siendo una novela de temática histórica, todo el contexto permanezca en una interesante nebulosa ficcional a través de la cual no podrá ver ni un experto historiador. Esa es la magia de su literatura. Esa es la fuerza de Télex desde Cuba. Todo parece mentira, todo parece real.

Reseña de Víctor Gutiérrez

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2 comentarios

  1. Me gusta su trabajo

    Soy de Nicaragua, no se si soy de los pocos que les an descubierto a ustedes, me gustaría que analizarán y comentarán el libro «Cosmapa» de Jose Roman Orozco novela clásica de este pequeño país en el centro de las Americas

    Saludos

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