«Pelo negro como el azabache», «lluvia fina y persistente», «una lágrima que surca la cara», «el cielo gris plomizo»… A todo el mundo le suenan estas expresiones y lo más curioso es que muchos pueden llegar a categorizarlas como poéticas. Puede que no les falte razón. Ahora bien, quizás fuera más acertado definirlas como «pretendidamente literarias». Manidas, manoseadas, sobadas y utilizadas por generaciones y generaciones de escritores han perdido todo su brillo, por lo que solo generan en el lector hastío y aburrimiento.
Su uso abusivo, con el objetivo de lograr un estilo supuestamente más hermoso, es uno de los errores más comunes entre los escritores noveles. Así lo señalan varios profesores de escritura creativa (por ejemplo, Ángel Zapata) y ha sido un tema casi obsesivo para plumas primorosa como Flaubert. Como ya se ha dicho decenas de veces, en esto de la escritura no existen blancos ni negros, sino que es el conocimiento de las diferentes tonalidades lo que nos puede ayudar a mejorar. Por ende, no hay que volverse loco y tachar como un censor de la inquisición todo lo que se ha producido. Sin embargo, siempre viene bien hacerse una pregunta: ¿y esto aquí que pinta?