Ira Ringold era un famoso actor de un programa radiofónico. A todo el mundo le entusiasmaba su célebre papel de Abraham Lincoln, cómo se convertía en el personaje y recitaba sus discursos como si fuesen suyos. Rudo, fuerte y con una obsesión por cultivar su inteligencia, todo el mundo quería a Ira Ringold, quien también fue héroe de guerra. Tal era su éxito que se casó con una estrella del cine mudo de los años 20, Eve Frame, y juntos disfrutaron de un reconocimiento social solo al alcance de las más altas esferas. No obstante, Ira tenía un defecto, y es que precisamente su fuerte como actor, la pasión, le jugó una mala pasada cuando se mezcló con su ideología política. El origen de esta lo encontramos en la guerra, durante la cual Ringold, al que conocían como Hombre de Hierro por su fortaleza física, conoció a Johnny O’Day, compañero de trinchera que le transmitió su amor por los desheredados, su anhelo por un gobierno de los más débiles, de los parias de la Tierra… En definitiva: se empapó de marxismo, y eso, en los años 50 en EEUU, era motivo suficiente para ser señalado por la sociedad y caer en desgracia.
Ringold es un personaje ficticio sobre el que trata la novela Me casé con un comunista, de Philip Roth, aunque podría ser perfectamente una figura real. La obra es el segundo volumen de la Trilogía americana de este escritor estadounidense nacido en la población de Newark en 1933. En dicha trilogía, como ya vimos en la reseña del primer tomo, Pastoral americana (1997), el autor retrata las entrañas de una sociedad, la de EEUU, explorando temas tan universales como el mito del sueño americano, el antisemitismo o el fervor anticomunista que se vivió al acabar la II Guerra Mundial. En cuanto a este último, el principal motivo fue que los que durante el conflicto fueron aliados, al acabar este se convirtieron en la más peligrosa amenaza, lo que dio lugar a la Guerra Fría. El germen anticomunista que se propagó a finales de los cuarenta sirvió de caldo de cultivo para el proceso conocido como macarthismo, que en la práctica no fue otra cosa que la búsqueda, encarcelación y vilipendio de cualquier ciudadano medianamente crítico con el sistema político que se desarrolló durante aquellos años. Cualquier señalado era tachado de ‘comunista’, y así persiguieron tanto a partidarios del socialismo como a sencillos disidentes que no abrazaron el patriotismo más rancio que promulgaba el gobierno. Dicha práctica recibe su nombre de Joseph Raymond McCarthy, la figura más reconocible, que no la única, de la llamada ‘caza de brujas’. No obstante, no se debe confundir el «trabajo» de McCarthy, siempre dispuesto a señalar a todo lo que oliese a soviético, con el Comité de Actividades Antiamericanas, el cual empezó a funcionar desde el año 1938, años antes de que McCarthy se convirtiese en un político conocido.

Durante aquella época fueron muchos los nombres que engrosaron las listas negras, entre los que figuraron conocidos periodistas y, principalmente, artistas, como Ira Ringold. El gremio de guionistas de Hollywood, por ejemplo, estuvo constantemente en el punto de mira, y así cayeron plumas tan reconocidas como la de Dalton Trumbo. El miedo a que soviéticos infiltrados estuviesen controlando desde la sombra un aparato propagandístico tan importante y eficaz como el cine convirtió a esta industria en un continuo objeto de las más airadas acusaciones de traición. Este es el telón de fondo sobre el que se desarrolla Me casé con un comunista, y una vez más Roth vuelve a demostrar su certero uso de la historia, gracias a la cual convierte las estructuras de sus novelas en un cuerpo sólido y bien construido, además de cubrir bajo un inconfundible manto de verosimilitud sus tramas.
Regresa Nathan Zuckerman, personaje por excelencia en las novelas de Philip Roth. Muchos críticos ven en Zuckerman el álter ego literario del escritor, y lo cierto es que muchas de sus novelas son un reflejo ficcionado de lo que él mismo vivió. De hecho, el propio Roth tuvo un desencuentro con una mujer que, tras divorciarse, publicó un libro en el que el autor estadounidense no salía muy bien aprado. Lo mismo le ocurre a Ringold, cuando su mujer, Eve Frame, publica, precisamente, ‘Me casé con un comunista’, una obra que condena al actor radiofónico a las listas negras y que le hará caer en desgracia. El lector conoce la vida de Ira Ringold en retrospectiva, a través de una larga conversación entre un ya nonagenario Murray Ringold, hermano de aquel y antiguo profesor de literatura de Nathan Zuckerman, y este.
Lejos de lo que marca la lógica y pese a que el contexto histórico es de vital importancia, lo cierto es que ‘Me casé con un comunista’ no es, en mi opinión, una novela sobre la caza de brujas. El trasfondo es imprescindible, sí, pero la novela trata más de las relaciones humanas, del paso hacia la madurez, de lo difícil que es forjar una familia unida, de la educación, de la inteligencia, de las inquietudes intelectuales de unos y otros, de inmigración… Una larga retahíla de temas tan humanos y atemporales que, contados a través de las reflexiones de unos personajes tan reales y vivos, adquieren una relevancia que permite a la novela no quedarse en la mera crítica política de unos años complicados para la libertad de expresión y creación en EEUU. Una característica que se suele observar en cualquier novela de Roth y que hace de este autor una de las plumas contemporáneas más importantes.
hola,
Os he descubierto hace poco, y me enganchado. Os parecerá un disparate y una osadia, espero que me perdoneis si os hubier ofendido en lo que voy a contaros. He mandado un correo de sugerencia a la sexta, (solo soy una expectadora de esa cadena), para que os dejen preparar una sección de algún programa o directamente uno propio. Sois un potencial por realzar y la sociedad os necesita. Si la gente no va a los libros, que ellos vayan a la gente, a través de vosotros, por el medio masas que más mueve, en la actualidad.
Muchas gracias
Saludos cordiales