En ciertas ocasiones la elaboración de una reseña deja de ser un ejercicio de crítica literaria y pasa a convertirse en una nueva página en la biografía personal de quien la escribe. Trasciende pues en estos casos lo emocional a lo racional, lo vivido a lo leído, lo sentido a lo comprendido. Cuando esto ocurre es difícil enfrentarse a la página en blanco. Los esbozos se suceden vertiginosamente, pero todo acaba borrándose. Ninguna frase puede sostener el discurso interior, que se diluye informe ante la pantalla del ordenador. ¡Qué exagerado es este muchacho!, estarán pensando muchos. Puede ser, respondo yo, pero es que el libro que hoy nos ocupa merece el ejercicio retórico. Me trataré de explicar un poco mejor si me conceden unos minutos.
Hace ya tres años tuve la suerte (y remarco esto ya que por “desgracia” dicho plan de estudios fue suprimido) de estudiar la Licenciatura de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad de Valladolid. Durante el quinto curso, cuando empiezas a darte cuenta de lo mucho que echarás de menos los exámenes, cursé la asignatura de Literatura Comparada II que impartía el catedrático David Pujante. Aquellos 9 meses (sí, entonces todavía existían las asignaturas anuales) cambiaron mi manera de entender la vida, y la muerte.
El curso ideado por David Pujante estuvo dedicado en aquella ocasión al estudio de la dualidad “Eros y Tánatos”. Conviene matizar que el objeto de estudio no era lo “erótico” (lo sexual, lo biófilo) y lo “tanático” (la muerte, lo destructor) por separado. No. Las clases realmente se hiceron fascinantes porque nuestra atención se focalizó en la intersección de ambos elementos, en la oscura unión que siempre ha existido entre la vida y la muerte, y en cómo el arte había sido reflejo a lo largo de la Historia de la complejidad de dicha realidad social.
Los meses pasaron rápido. Empezamos maravillándonos con los mitos de las Diosas Madre de las culturas mediterráneas. Gracias a Deméter y Perséfone comenzamos a vislumbrar el sentido real del curso. Percibimos entonces la imbricación existente entre la vida y la muerte, y se nos hizo difícil explicar por qué en un momento determinado aquella unión lógica (y hasta entonces armónica) dejó de ser funcional.
Las respuestas las encontramos cuando nos dedicamos al estudio de la visión cristiana de lo erótico y lo tanático. Nos explicó David Pujante que fue entonces cuando se produjo la escisión, lo que ocasionó una terrible fragmentación del equilibrio hasta entonces mantenido. Lo sexual, lo carnal y lo erótico se oscureció mediante el pecado, y trataron de sustituir estos elementos por el “amor cristiano”. De aquellos polvos estos lodos, que dirían, porque desde entonces ha existido una lucha permanente que llega hasta nuestros días y que ha tenido como objeto cerrar la enorme cicatriz que entonces se abrió. Al fin y al cabo, suprimir lo erótico de nuestras vidas fue un terrible ejercicio de mutilación espiritual.
Nos descubrió el profesor que, pese a que el pensamiento dominante era otro, existieron ejemplos literarios que aún hoy se elevan con una enorme fuerza simbólica en el mundo contemporáneo gracias a que supieron tratar con maestría la unión entre vida y muerte. Véase, por ejemplo, a Tristán e Isolda, algunos retazos de la obra poética de John Donne o, parcialmente, alguna obra del teatro barroco. Con todo, durante estos más de diez siglos la unión erótico-tanática apareció solo en obras aisladas hasta que llegó el Romanticismo.
A este periodo de profunda convulsión le siguieron grandes pensadores (Freud, Nietzsche o Marcuse) y geniales literatos (Proust, Thomas Mann, Musil, Pasternak y Nabokov), quienes trataron con sus obras de restañar la convulsa unión de lo erótico y lo tanático. “Se demuestra así que la relación entre amor y destrucción ha sido una constante de la cultura occidental desde sus orígenes”, nos explicó David Pujante para terminar el curso. Una constante, digo yo, que ha sacudido el pensamiento humano y a la que nos hemos tenido que enfrentar generación tras generación.
Aquel curso cambió completamente mi manera de entender la literatura, la filosofía, la cultura, en definitiva, la vida. Por esta razón me siento muy dichoso de poder compartir con todos vosotros que recientemente Calambur ha publicado un libro fruto del trabajo humanista de muchos años del profesor David Pujante. Se titula Eros y Tánatos en la cultura occidental. Un estudio de tematología comparatista y yo, si estuviera en su lugar, no dudaría ni un segundo en empezar con su lectura. Les gustará, se lo aseguro.