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#DebateMilana: ¡¡Señor, tenemos novelas frescas en la lonja del libro!!

Les voy a contar una experiencia que tuve hace dos semanas dando una vuelta por la Feria del Libro de mi ciudad, Valladolid. No voy a entrar en pormenores de política local ni a comentar el enorme acierto que es, desde mi punto de vista, que este evento cultural vuelva a estar en la Plaza Mayor y no escondido en un garaje con forma de tortuga gigante. Dejemos eso de lado para hablar de otro fenómeno que se repite cada vez con más asiduidad: las lonjas de escritores.

Me explico. Si son habituales de este tipo de saraos, seguro que en algún momento se han encontrado con una señora o un señor sentado en una caseta delante de algunos libros y narrando las bondades indecibles de su literatura. Estos se exponen como en un mercado, de tal forma que el consumidor pueda ver el brillo de sus ojos para saber si está fresco o, quizás, un poco pasado. Estos escritores pasan jornadas maratonianas allí, exponiéndose, hablando, informando sobre su propia obra a los imprudentes que sin malicia deciden echar un ojo a alguno de los libros. ¡Libros a 10 euros! ¡Ricos libros a 10 euros!

Creo que por el tono que está adquiriendo este texto ya se están dando cuenta de que no me gusta nada esta nueva modalidad de prostitución literaria. Será mejor que lo argumente porque si no puede ser (otra vez) que quede como un pedante esnob. Vamos pues a ello. En mi opinión, hay tres razones fundamentales por las que sería interesante que se eliminaran este tipo de caseta de autopromoción.

Antes de nada, conviene matizar los tipos de casetas y escritores que suelen pasar por las Ferias. Los más importantes, las estrellas, son aquellos que son invitados por la propia organización para que den una conferencia y de paso firmen algunos ejemplares. Para poner un ejemplo, este año en Valladolid ha habido cuatro “cabezas de cartel”: Marta Sanz, Ian Gibson, Fernando Aramburu y David Trueba (no está mal para ser una capital de provincias). En un segundo escalón están aquellos escritores que son invitados por una editorial que tiene su caseta. Estos son escritores menos conocidos, pero cuya presencia es anunciada para que sus lectores (aunque sean menos) puedan charlar con él un rato mientas publican un libro. Y, por último, viene la nueva especie a la que nosotros hacemos referencia: los lobos solitarios de la autopublicación. No se confundan, no tengo contra ellos ninguna animadversión particular, ni siquiera contra su obra, lo que me molesta es esa táctica de venta directa en la que todo vale. ¿Por qué?

Pues bien, en primer lugar, creo que el acercamiento entre lector y escritor debe ser de otra manera. Primero, siempre, debe estar la obra y la lectura. Luego, en un segundo lugar, podrá acaecer la charla entre autor y público. Ahora, si no contamos con la lectura previa del referente está será banal o, como mucho, una conversación de café como la que podríamos tener con cualquier otra persona.

En segundo lugar, creo que la mercantilización (de mercadillo) de la literatura es chabacana. Como escritor, se debe tener mucha (muchísima vergüenza) al hablar uno mismo de su propia obra. En el momento en el que se decide publicar uno debe soltar lastre y dejar que el tiempo dicte sentencia (si es que eso acaso importa). Defender la propia obra en directo y ante desconocidos (aunque sea con la noble intención de ganar algo de dinero para vivir honradamente de la literatura) implica muchos riesgos, de los cuales el más corrosivo es el narcisismo. Entiendo que una marca de zumos me venga diciendo que ellos exprimen cuatro naranjas y que, por lo tanto, son los mejores. Pero ¿ellos que nos pueden vender? ¿Qué nos pueden decir? Lean, lean mi libro que es mejor que… ¿cuál?

En tercer lugar y por último, considero que la lectura es un proceso íntimo (desde la selección del libro hasta que se cierre por la última página) que luego cada uno puede, o no, sociabilizar, es decir, compartirla en sociedad. Sinceramente, creo que hay pocos actos de libertad más absoluta que estar en una librería decidiendo qué será lo próximo que leas. No nos lo roben, por favor.

Feria del libro del año pasado. Fuente: Tribuna de Valladolid

Dicho esto, habrá muchos que me digan: “Ya, bueno, pero si los medios y las grandes editoriales silencian a estas personas, habrá que darles una plataforma para que se den a conocer”. Perfecto, no les niego eso, es más se lo aplaudo. Pero tiene que ser en otro formato. Por ejemplo, organicen una serie de actos en los que tengan presencia. Ofrezcan sus libros en las casetas. Déjenles que se expresen y que tengan acceso a los medios de comunicación. Denles las mismas facilidades que a los cabezas de cartel. Pero dejen que sea el público el que decida si quiere ir a verlos, el que decida si desea darle una oportunidad, o no. Porque como sigamos así las ferias de libros se van a convertir en un mercadillo en el que comprar cuatro pares de calcetines y una novelita, todo por cuatro euros. ¡¡Vamos, vamos, que me los quitan de las manos!!

2 comentarios

  1. Respeto tu opinión, desde luego, pero en absoluto la comparto. Eso que dices tal vez estuvo bien en otro tiempo, hace muchos años, pero las cosas han cambiado mucho. En primer lugar, aunque te parezca increíble, hay gente que sale a la feria del libro a buscar a estos nuevos escritores que tratan de hacerse un hueco, porque sabemos bien que lo que una editorial publica no es siempre lo mejor, de hecho, las editoriales cada vez miran menos la calidad y se decantan por la presencia en internet y la comercialidad.
    Con lo cual nos deja a los independientes, que hay cientos y es imposible que los leas todos para tener ese contacto íntimo. O defiendes tú mismo tu obra, o no lo hará nadie y serás invisible. No cuentas con editorial para que te ayude a promocionar, incluso la mayoría de editoriales que hay hoy día no te ayudan con eso (te lo digo por experiencia, he publicado con editorial y en amazon) así que, ¿qué se supone que tenemos que hacer los escritores que estamos empezando y aún no contamos con muchos lectores? ¿Nos sentamos en casa a esperar que por un milagro del cielo nuestro libro se venda?
    Y sí, tú lo dices al final, la solución sería que se nos dieran las mismas oportunidades que a los famosos, que se nos ayudara más, pero mientras eso no sea así, no creo que salir a tratar de ganar lectores sea nada de lo que avergonzarse. Y tampoco creo que eso de las oportunidades se vaya a dar jamás, puesto que las editoriales (no hablo de las grandes, claro) en lo primero que están recortando es en promoción, así que si no lo hacen con sus autores, ¿quién lo hará por los independientes o los novatos?
    En fin, como te digo, los tiempos cambian, y no hay por qué avergonzarse de defender tu trabajo; tampoco se obliga a nadie a acudir a las lonjas, es algo voluntario.

    1. Estefanía, lo primero: muchas gracias por pararte a leer mis tonterías. Dicho esto, creo que es necesario matizar algunas cosas. Punto primero, considero que la mercantilización de la literatura (hasta el punto de que se produzcan las situaciones esperpénticas que he comentado) es negativa para el sector. Ya sea en su versión «main stream» con YouTubers campando a sus anchas y profonando el suelo que pisan (es broma), como en la versión de «autopromoción» que he comentado en la entrada. En segundo lugar, no creo que yo haya expuesto únicamente dos situaciones como planteas en el comentario (sentarse en casa a esperar un milagro o ir de promoción a venderte en las ferias), lo que intentaba señalar es que la promoción debe hacerse de otra manera. No vale todo con tal ganar un lector más porque se genera un lastre que luego será difícil quitarse. Yo no sé cómo lo harás tú, por favor no te sientas juzgada, simplemente hablo de algunos escritores que buscan la venta a toda costa. Mi idea parte de que primero el lector debe tener un contacto (conocimiento) con la obra para luego tomar la decisión de comprar ( y quién sabe si después leerla). Por esta razón, la venta directa de la «mercancia» me parece un error y considero que lo que habría que buscar son espacios de debate para charlar sobre la literatura. En tercer lugar, no he dicho en ningún momento que nadie deba avergonzarse de su obra, lo que yo «reclamo» es un poco más de humildad… Por último, bien es cierto que nadie nos obliga a ir a las lonjas, pero no podemos olvidar que estas son un punto de encuentro entre lectores y autores y que todos tienen sus derechos. Son muchos los que ya me han comentado que se sienten incómodos últimamente en estos eventos y yo estoy de acuerdo con ellos. Por eso lo decía.

      Saludos

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