Ahora que acabo de terminar de leer Mi primer verano en la sierra de John Muir recuerdo una conversación que tuve con mi hermano hace unos años. «No sé qué pasa, pero últimamente solo leo libros que hablan de escritores, de sus problemas de escritores, de su vida de escritores… Y me empiezan a aburrir». Yo obviamente le dije que había muchos libros, muchísimos, y que no le sería difícil encontrar alguno que abordara otro tema. «Ya, claro, pero los que tú me recomiendas siempre planean sobre los mismos temas». Yo no me di cuenta en su momento, pero he aquí de nuevo el problema del canon literario.
Ahora con perspectiva me percato de que tenía toda la razón del mundo. Los letraheridos nos consideramos una minoría y, en el fondo, nos gusta leernos a nosotros mismo todo el rato. Encontramos una especie de regocijo en sabernos diferentes. Disfrutamos con ciertos códigos y referencias y conforme más leemos más perversos somos en ese sentido. Además, somos nosotros los que tenemos el mayor peso a la hora configurar el canon literario (lo que debe ser leído), con lo que de una manera u otra no dejamos de mirarnos el ombligo y nos encanta que el resto de lectores también nos lo miren.
Por esta razón, he pensado inmediatamente en mi hermano al leer este diario del naturista John Muir que edita Hermida. Creo que en mucho tiempo es uno de los pocos libros que he disfrutado que no tratan, ni siquiera de manera paralela, sobre la Literatura. Mi primer verano en la sierra ha sido para mí todo un descubrimiento por varias razones.
En primer lugar, no conocía la figura de su autor, John Muir. Este británico, que se afincó en Estados Unidos y vivió durante el siglo XIX y principios del XX, es considerado como el primer ecologista moderno. Su pluma ha sido artífice de algunos de los tratados que han inspirado después al «movimiento verde» y eso que él no contaba con la perspectiva histórica que, por desgracia, nosotros padecemos consecuencia de la Revolución Industrial y del auge del capitalismo consumista que esquilma año tras año los recursos del planeta.
En segundo lugar, me ha sorprendido este libro por la carencia de pretensiones. No es un texto fingidamente poético, sino que se trata de un diario de una naturalista completamente (valga la redundancia) natural. Muir va narrando con precisión científica su experiencia en la sierra de Yosemite mientras acompaña a un gigantesco rebaño que durante el verano sube a las montañas en busca de pasto fresco. Día a día, las aventuras que vive se intercalan con impresionistas descripciones de la naturaleza así como precisas apreciaciones sobre la fauna y la flora.
Por último, me ha asombrado la construcción de la naturaleza salvaje desde una perspectiva amable, algo que hoy en día resulta difícil de encontrar. Acostumbrados a películas y libros como Hacia rutas salvajes o El renacido, donde desde un punto de vista superficial el espectador se puede quedar con la idea de que la madre naturaleza es horrorosa; la lectura de Mi primer verano en la sierra es esperanzadora porque perfila al ser humano como la causa de los problemas, como el ser que rompe con la perfecta armonía. Explica Muir en un precioso pasaje:
Maravillosa la belleza de movimiento, la fuerza y la elegancia de los animales en libertad, cuidados sólo por la naturaleza, cuando nuestra experiencia con los animales domésticos nos lleva a temer que cualquier bestia salvaje degeneraría si fuera abandonada. En cambio, el resultado del método de crianza y enseñanza de la naturaleza parece conducir a la excelencia en todas sus formas (117).
Cuando termine de escribir esto quiero llamar a mi hermano. Seguramente, él no recuerde aquella conversación, pero le daré la razón con un poco de retraso. A veces es necesario levantar la vista y dejar de mirarnos el ombligo para poder observar el paisaje. ¿Y saben una cosa? Todo esto se puede hacer con un libro en la mano.
¡La revolución ha comenzado!
Me encantan tus reseñas, Víctor. Dan ganas de leerlo. Mil gracias.
Gracias, Víctor. Me lo apunto. Todo mi reconocimiento y mil gracias por vuestra labor. Os sigo con devoción. Saludos.