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«Un estruendo sobre las frondas», de Algernon Blackwood

Hombres lobo, vampiros, momias, criaturas marinas; docenas de monstruos pueblan las fantasías iracundas del hombre desde tiempos primordiales y El Wendigo, ese monstruo salvaje canadiense, también tiene su púlpito en el panteón. Algernon Blackwood concibió el relato definitivo sobre la bestia mitológica, como Bram Stoker hizo con Drácula o Mary Shelley con Frankenstein. En 1909, el escritor inglés dio forma a un texto que otorgó corporeidad a un ser brutal, afincado en los bosques del norte de Estados Unidos y la región de los Grandes Largos, donde se dedicaba a aterrorizar a sus indígenas.

La historia que nos plantea Algernon Blackwood nos sitúa al lado de Défago, un franco canadiense, fascinado por los bosques y sus leyendas, quien no tardará en caer presa de la historia de El Wendigo. La obra tuvo su repercusión hasta llegar al mismísimo H.P. Lovecraft y, a pesar de que son muchas sus versiones, el literato pudo dar con la tecla y hacer suyo un monstruo ajeno a la cultura británica. A los amantes de los cómics también puede sonarles mucho esta criatura, que cuenta con varias participaciones en los cómics Marvel, especialmente en sagas como Percepciones, dibujadas por un joven Todd McFarlane o la primera aparición de Lobezno en las páginas de El increíble Hulk en 1974.

frente Estruendo baja

El Wendigo de Blackwood, como ocurría en el libro Los sauces, acecha al hombre desde los frondosos abismos de la naturaleza para decirle que ese no es su lugar, que el bosque le pertenece y que su presencia no es bien recibida. Relatos de este corte literario, donde la naturaleza es la auténtica protagonista así como la verdadera amenaza, nos transportan a La llamada de lo salvaje, de Jack London. Hablamos de contextos muy diferentes; sí, pero también allí se deslizan este y muchos otros temas que van de la mano, como la recuperación de los instintos primitivos frente a la domesticación. Aquí no hay perros como el buen Buck, sino la personificación del terror como advertencia para que el ser humano se sienta como un verdadero intruso. El Wendigo vigila la frontera entre esos dos mundos…quien decida cruzarla y aventurarse en tierras inhóspitas ya puede intuir lo que le espera.

En El bienamado de los árboles Algernon Blackwood continúa describiendo entornos incómodos para el hombre, esta vez una pareja de ancianos son los protagonistas, donde la naturaleza se erige como principal amenaza. Como ya ocurriera en El Wendigo, el escritor británico describe con una profunda maestría el poder de la naturaleza indómita, inconquistable para los seres humanos. La temática parece repetirse en ambos relatos con la intención de llevarnos hacia reflexiones sobre la belleza aterradora que circundan entre la tierra, los árboles y los ríos. Esta intencionalidad ya la vimos en autores como Jack London, como citábamos más arriba, con la salvedad de que Blackwood prefiere conducirnos hacia los parajes de la crítica, desde el terror y la presencia de criaturas de otros mundos.

En conclusión

A título personal El Wendigo es una lectura muy recomendable para los amantes del género, especialmente para quienes disfruten con esas historias de orígenes, de monstruos y descripciones farragosas. En el apartado de la edición hay que destacar el buen hacer de Hermida Editores, tanto con la selección de obras como con el trabajo de maquetación y diseño de portada. Si tuviera un par de ilustraciones en su interior estaríamos ante un título imperdible con todas las letras, quizá tomen nota para la próxima. Y para quienes no conozcan a Algernon Blackwood y quieran darle una oportunidad no les costará sentirse cautivados por su pluma, una combinación de pulcritud narrativa, ambientaciones tan salvajes como claustrofóbicas y la selección de la bestia de turno, lista para acecharnos desde su morada.

1 comentario

  1. Hola, gracias por lo que me toca (fuí el portadista) por desgracia la política de Hermida suele consistir en usar imágenes libres de derecho o pagar muy poco y en condiciones informales a sus colaboradores; y es una lástima porque eligen buenos títulos. Saludos.

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