Hay autores que han sido testigos de grandes momentos, de chanzas increíbles que muchos de nosotros, lectores, no podríamos ni acercarnos. Algunos han visto esos momentos en su mente, gracias a su poderosa imaginación. Otros simplemente lo han vivido en la realidad y ellos mismos son auténticos personajes de novelas, con una vida digna de ser contada. Y todo esto, imaginación y experiencia vital, lo plasman en sus obras, y somos nosotros los que debemos acudir a esas páginas para viajar con ellos y conocer sus historias. Son muchos los ejemplos que cumplen con estas características de escritor, pero uno de los más célebres es sin duda Ernest Hemingway, alguien a quien prácticamente todo el mundo, lector o no, conoce.
Y es que Hemingway tiene mucho que contarnos y tenemos mucho para disfrutar con sus novelas, con sus tramas y sus historias. Tanto, que cuando en La Milana Bonita se nos presentó la oportunidad de votar a varias de sus obras para analizarlas en la Quinta Temporada, comenzó un intenso debate. Pero las votaciones hablaron, y la novela que iba a pasar por nuestro laboratorio no es otra que París era una fiesta (1964).

No queremos adelantar acontecimientos, pero sabemos desde ya que la obra es una lectura obligatoria para todos los amantes de la literatura, y los motivos son varios. En París era una fiesta, Hemingway nos cuenta su experiencia en la capital gala durante los años 20, una época en la que la urbe vivió un momento de auge artístico inigualable, reuniendo a grandísimos artistas de diversos ámbitos y dando origen a la conocida como Generación Perdida, supervivientes de una I Guerra Mundial a los que todavía les quedaba mucho por ver y aprender. Esto supone que a través de las páginas de la novela, el lector conocerá junto al autor a escritores de la talla de James Joyce, Scott Fitzgerald o Ezra Pound, los cuales figuran como personajes dentro de la historia. Además, Hemingway detalla su relación con Gertrude Stein o Sylvia Beach, dueña de la famosa librería ‘Shakespeare & Company’, quien le fiaba libros cuando necesitaba nutrisrse de grandes historias para poner en marcha su imaginación. Situaciones increíbles, impresionantes, que con solo pensar en estar allí, al lector se le pone la piel de gallina.
Todo esto, además, aderezado con las precisas reflexiones del propio Hemingway sobre el oficio de escritor, sobre el periodismo, sobre las relaciones humanas y amorosas. Sobre el mejor café parisino para ponerse a escribir, o el peor. O sobre lo que le apetecía beber antes de zambullirse en las hojas en blanco, o con sus amigos. O su afición a las carreras de caballos y al boxeo, o sus aspiraciones o su miedo a escribir una novela larga y sus ganas de ser feliz. Porque París no fue más que un periodo en la vida del autor norteamericano que lo marcó para siempre y ahora nos regala la reconstrucción de su memoria en forma de novela, de libro encuadernado que será la próxima cita de este programa. Creemos que sobran los motivos para que acudáis.
¡La revolución ha comenzado!