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El placer de releer nuestra infancia

Como ya sabéis, la semana pasada comenzamos la Sexta Temporada de La Milana Bonita con el análisis de Las ratas. Pues bien, pese a lo que solía ser habitual hoy no hay programa. ¿Por qué? Muy sencillo, hemos decidido dejar un espacio de quince días entre emisión y emisión para así poder preparar con más mimo los contenidos y, también, para alcanzar una mayor comunión con el ritmo lectura de todos los «escuchantes». Ahora bien, esta nueva periodicidad quincenal no significa que os vayamos a dejar abandonados: todos los miércoles tendremos reseñas y los domingos «libres» os propondremos descubrir el placer de la relectura.

Hoy cortamos la cinta inaugural de este nuevo espacio. Un lugar en el que recuperaremos libros leídos, parcialmente olvidados, y que consideramos que se merecen una nueva oportunidad. Martín Caparrós, en un artículo publicado en El País como obituario tras el fallecimiento de Carlos Fuentes, cuenta que el autor de La muerte de Artemio Cruz le recomendó en una ocasión no volver a leer a Faulkner. «Mejor quédate con la idea que te quedó de él», le aconsejó el mexicano al argentino. ¿Tenía razón el Premio Cervantes? ¿Hay libros que deben volver a ser leídos y otros de los que es mejor solo recordar la primera impresión?momo_port

Es muy difícil, por no decir imposible, responder a estas preguntas. Por ejemplo, recuerdo aquel día que dedicamos al análisis de Momo de Michel Ende cuando alguien dijo lo siguiente: «Este libro merece la pena leerlo cada diez años para saber si ya somos hombres grises o si por el contrario aún nos permitimos el lujo de estar en el bando de los buenos». Me encantó esa reflexión, porque en el fondo encerraba algo mucho más profundo. Cuando alguien relee un libro lo que en realidad está haciendo es una reflexión personal y profunda sobre cómo el tiempo ha hecho mella en él como individuo.

Por esa razón, aterroriza un poco recuperar libros como Alicia en el país de las maravillas, El principito o Peter Pan. ¿Qué pasa si ya no somos capaces de soñar? ¿Qué podemos hacer si la magia se ha esfumado sin que nos diéramos cuenta? La verdad es que no lo sé. Hay muchos libros que nos marcan profundamente con el transcurso de los años. Quizás los que peor envejecen son los que leemos entre los 12 y los 17 años (la literatura juvenil). Después, cuando entramos en la etapa «adulta» consumimos novelas bien porque nos las han recomendado, porque están de moda, porque nos las regalan, porque es un clásico, porque alguien ha hablado muy bien de ella en un medio de comunicación, porque nos hace gracia el título o la portada, etc. Unas pocas nos subyugan, la gran mayoría nos obligan a perdernos en el mundo de la intertextualidad y olvidamos realmente dónde está la esencia.

La pureza reside en las lecturas de la infancia. Con ellas vivimos realmente la ensoñación plena que nunca se debería perder y que por desgracia es casi imposible de recuperar. Es necesario, rememorar aquella sensación periódicamente regalándose unas horas con uno de esos libros que nos apasionaban de pequeños. Puede ser que así retrasemos esa cruel metamorfosis en hombres grises, amargados y tristes. Seguramente Carlos Fuentes tuviera razón cuando decía que había obras que era mejor atesorar en la memoria. No obstante, hay veces que es necesario soplar la llama para avivarla aunque nos arriesguemos a quemarlo todo. ¡Esta semana leamos todos Momo de nuevo! ¡Redescubramos que amamos la lectura!

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Imagen extraída de http://bancotiempoaytovalladolid.blogspot.com

2 comentarios

  1. Eres estupendo, Victor. Respecto a lo de la relectura hay una cita de un ilustre cuyo nombre no recuerdo que dice algo así como que el texto que no merece una relectura tampoco la primera. Yo la practico una y otra vez con ciertos títulos, rererelectura,je. Lo malo que tiene eso es que cuando, un día como el de hoy, te pregunta alguien cómo estás? corres el riesgo de que se te escape aquello de «es octubre, compadre» como aquel coronel que esperaba el correo, que te miren con cara rara y que te veas obligada a dejarlo estar sin aclarar para evitar que te tachen de friki.

  2. «Releer nuestra infancia», me encanta esa expresión. Momo fue una lectura de mi infancia, más bien saliendo de ella. Y aunque La historia interminable tiene como más tirón, los hombres grises de Momo los tengo más en el recuerdo siempre como un color del que huyo como de la peste.

    No puedo estar más de acuerdo en que releer (sobre todo algunos libros) es revisarnos a nosotros mismos, como echar la vista atrás y ver la distancia recorrida, cuánto gané, cuanto perdí…

    Gracias y un saludo!

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