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‘Mi verdadera historia’, un verso libre en la obra de Millás

Explica Enrique Vila-Matas en su última novela, Mac y su contratiempo (de la que hablaremos dentro de poco) que la repetición es la esencia del escritor. Pero tengan cuidado. No malinterpreten esta frase por mi culpa, dado que la he sacado de contexto. Según he entendido yo, para Vila-Matas no toda la literatura tiene porque tener una intención mimética (lo cual podría ser definido como un intento de repetición de la naturaleza), sino que la escritura se basa en la acción de repetir. Por esta razón, los buenos escritores construyen una sola obra (da igual la cantidad de entregas que tengan).

Yo, personalmente, considero que Juan José Millás se ha ido acercando durante los últimos años a una concepción de su propia literatura como un todo. Tras ese silencio narrativo autoimpuesto que vivió el escritor hace unos años después de la publicación de Lo que sé de los hombrecillos (2010), Millás recuperó su actividad narrativa con dos novelas consecutivas (La mujer loca, 2014; Desde la sombra, 2016) que repetían los mismos temas que llevaba trabajando durante décadas el autor. ¡Gran acierto!

Vuelvo a repetir que no se debe entender aquí la repetición como la falta de originalidad, más bien es todo lo contrario, ya que esta obliga al autor con una carrera dilatada a una proeza técnica y artística con el objeto de no caer en la redundancia (eso sí que es malo). Si no me creen, traten de contar lo mismo 15 veces a la misma persona y que ella/él se emocione cada vez que oye el relato. En sus anteriores novelas, Millás lo volvió a conseguir. Rizo el rizo de tal forma que todo en él parecía nuevo, todo sorprendía, todo volvía a emocionar.

Por eso, no puedo entender la publicación de esta última novella, Mi verdadera historia, que considero que llega completamente a destiempo. Es un verso libre que desentona cronológicamente en la evolución del autor. Peca de simpleza y no porque algunos quieran venderla como una novela juvenil. Carece de gancho. No tiene alma y solo un personaje (la madre) está a la altura de la pluma de su autor. En esta obra, Millás concede demasiadas facilidades al lector, que termina viendo todo como una idea simpática con un estilo trasnochado (al menos eso me ha pasado a mí).

Pero, ¡esperen! Todo esto tiene una explicación. No es que a Millás haya decidido dar un cambio de rumbo a su literatura. Tampoco ha llegado, al menos eso parece, a un punto de no retorno en el que todo da igual y solo su firma justifica la existencia de un libro. Démosle un voto de confianza y veamos este libro como una jugarreta comercial para hacer caja con vistas a las futuras ferias del libro. Cada año no se puede publicar algo de calidad, eso está claro, por lo que muchas veces se recurre a recopilaciones de artículos periodísticos, antologías o reediciones. El caso que nos ocupa es una mezcla de todo lo anterior. Mi verdadera historia es fruto de un folletín veraniego que publicó El País durante los meses de agosto de cuatro veranos consecutivos hace más de un lustro.

Lo curioso es que aquella serie de artículos los escribió con seudónimo, Carlos Cay, y en su momento fue la comidilla de la movida literaria española: había fantasma detrás de aquel nombre y, claro, eso calentaba al personal. Durante esos años (que, por cierto, coinciden con la crisis narrativa de Millás) hubiera tenido sentido una apropiación indebida de aquella historia fragmentaria. Hoy, sin embargo, ya no. El juego del escondite quedó atrás y en la memoria de los lectores solo permanecerá la sensación de que Mi verdadera historia es un verso libre que ha roto la armonía de un proyecto narrativo. Una pena.

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