Ya falta poco para que en La Milana Bonita analicemos la gran obra Maus, novela gráfica de Art Spiegelman en la que el autor narra la historia de su padre como judío polaco que sobrevivió al Holocausto nazi. Y para preparar el programa, he decidido empaparme un poco más sobre aquellos horribles años a través de la literatura, la mejor vía para conocer miradas que no están presentes en los manuales de Historia. Por este motivo hace poco le dediqué una reseña a Una librería en Berlín, de Françoise Frenkel, y ahora hago lo mismo con Suite francesa, de Irène Némirovsky. ¿Será Modiano el siguiente?
Por lo pronto, centrémonos en esta novela o conjunto te novelas que la escritora francesa de origen ucraniano nunca pudo terminar, precisamente porque fue capturada por los genocidas en 1942, y asesinada junto a millones de personas en Auschwitz. La obra estaba plasmada en un manuscrito que estuvo a punto de perderse para siempre abandonado en una maleta, pero afortunadamente fue rescatado por la hija de Némirovsky, quien no llegó a leerlo hasta casi 50 años después por miedo a que fuese un diario demasiado duro. La escribió en el pueblo de Issy-l’Evêque, donde se trasladó junto a su marido y sus dos hijas al huir de París, y lo más sorprendente es que la obra retrata precisamente los acontecimientos que le tocó vivir junto a su familia: la ocupación y huida del infierno nazi en Francia.
Suite francesa se divide en varias novelas. La primera, ‘Tempestad en julio’, retrata el periplo que millones de refugiados tuvieron que sufrir en dicha huida y la siguiente, ‘Dulce‘, muestra la vida en un pueblo francés durante el principio de la ocupación. Acontecimientos que ella observó y que relató con maestría y una precisión tal que la novela es un retrato perfecto de lo que allí aconteció. El punto más interesante es ver cómo las historias se articulan a través de diferentes personajes cómo los entrañables Michaud, la familia Péricand o el altivo escritor Gabriel Corte y su pareja. Representantes de una sociedad francesa que afrontan la huida de un modo diferente y cuyos destinos, en manos del azar, se cruzan (o no) en determinados momentos de la novela. El juego de perspectivas que ofrece Suite francesa, unido a la manera tan irónica e inteligente con la que Némirovsky describe a la pequeña burguesía de la época, son la auténtica salsa de la obra y dicen mucho de la capacidad intelectual de la escritora.

Es conmovedor comprobar cómo a veces un pequeño gesto puede cambiarlo todo, especialmente en situaciones tan límites como la huida de los nazis. Quizás uno de los puntos mejor representados es cómo el optimismo del pueblo francés se va apagando poco a poco, como una vela, y es que nadie pudo imaginarse que el ejército galo iba a ser vencido tan rápidamente. Llegado ese punto, lo único que importa es salvarse y, sobre todo, salvar a tus seres queridos, y eso lo vemos en las diferentes decisiones que van tomando los protagonistas. El crisol de personajes, tan bien construidos por la autora, es la estructura que soporta toda la novela y que hace de Suite francesa una obra única. Además, claro, del contexto histórico.
A ‘Tempestad en julio’ y ‘Dulce’ las iba a seguir ‘Cautividad‘, de la que solo conocemos la estructura de su argumento, centrado en la organización de la resistencia una vez los nazis se hicieron con el control de Francia. La cuarta y quinta novela con las que Némirovsky quería cerrar la serie, ‘Batallas’ y ‘La Paz’ respectivamente jamás llegaron a escribirse. Vivimos unos tiempos en los que el relato de los refugiados es más real que nunca, tiempos en los que es muy difícil conocer realmente la verdad de conflictos de una gravedad extrema por la continua distorsión del mensaje. La lectura de obras como Suite francesa nos permite conocer la historia de un modo que solo la literatura puede ofrecer, y es el regalo que la escritora nos dejó antes de ser asesinada. Merece (y mucho) la pena hacer honor a su legado.