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‘Que nadie duerma’, de Juan José Millás: el surrealismo cotidiano

Voy a ser sincero. Creo que he ido en taxi dos veces en mi vida. Aunque respeto este medio de transporte, tengo que reconocer que no me gusta. En una ciudad media, como Valladolid, puedo eludirlo fácilmente (no sé si en Barcelona, Madrid u otra gran urbe podría hacer lo mismo) por lo que no he tenido la «suerte» de vivir todas esas «historias de taxis». Por esta razón, cuando leo narrativa ambientada en estos coches (y hay mucha) me suelo sentir ajeno, como quien ve un documental de La 2.


Así, la nueva novela de Juan José Millás (Que nadie duerma, Alfaguara, 2018) me hizo sentirme en un principio extraño en la que consideraba mi casa. Porque, sí, la escritura de este autor valenciano es para mí una especie de refugio en el que me suelo sentir cómodo y acogido desde hace muchos años. Cada vez que leo una de sus novelas, me encuentro reconfortado, como quien entra en la habitación en la que transcurrió su infancia después de mudarse a otro lugar.

De tal forma, que abrí la puerta (portada) y me pregunté: ¿quién ha cambiado mis cosas de sitio? Por un momento, lo vi todo diferente, pero aquella sensación no duró mucho por fortuna. Es cierto, que la narración transcurre principalmente en el taxi de Lucía y como les he dicho, para mí este medio de transporte es ajeno; sin embargo, no tardé en volver a sentirme cómodo en el relato porque empecé a vislumbrar en los entresijos de las frases las peculiaridades de la prosa «millasiana».

Que nadie duerma es una novela en la que lo cotidiano y lo sobrenatural se mezclan en torno a un personaje soberbio. Lucía, quien se autodefine como una «falsa delgada», es la columna maestra en la que sustenta toda la historia. Sus reflexiones, de un lirismo y fantasía cegadores, recorren Madrid en cuatro ruedas. A su paso, aparecen y desaparecen sujetos anónimos que van dejando huellas en su personalidad, la cual empieza siendo mecánica (casi logarítmica) y termina difuminándose en un juego ambiguo de planos ficcionales.

Millás, poco a poco, construye una narración casi onírica en la que el surrealismo crece y crece hasta alcanzar un final catártico. El punto de partida de esta historia es un beso fugaz que se le escapó a Lucía, la protagonista. Esta, después de ser despedida como informática, se refugia en el baño de su casa a llorar. Hasta allí llegan por los conductos de ventilación fragmentos de Turandot de Puccini, que escucha su vecino de abajo. Lucía nunca ha sentido ningún tipo de interés por la ópera, pero en ese momento de su vida le emociona enormemente, tanto que se convierte en una obsesión. Impulsada por las notas de esta pieza musical, decide bajar a ver quién es el sujeto que trata de seguir con su canto los versos de la ópera. El beso que le aguardaba al bajar la escalera se les escapa por poco y desde entonces, como suele ocurrir con todos los personajes de Millás, aquel encuentro efímero se convierte en una obsesión.

Que nadie duerma, pese a ser una novela de taxi, se convirtió también en una obsesión para mí. Como quien prueba el tabaco después de haberlo dejado por un año, empecé a leerla compulsivamente y la disfruté muchísimo. Conseguí dejar por unas horas mi faceta de crítico literario y permití que la voz de la protagonista se metiera en mi cabeza, que jugara conmigo. Así, absorto, llegué a las últimas páginas en las que la escena final me dejó anonadado. Aquella historia era Millás. Era mi habitación de la infancia. Era el humo del cigarro olvidado. Era un taxi en el que nunca había ido, pero que sentía como propio.

 

2 comentarios

  1. Qué bonita reseña!! Lástima que no me alcance a convencer para despertar mis ganas de leerlo. Le leí a este autor » La mujer loca», y no me gustó. Lo compré toda ilusionada porque no sé dónde, sería en la radio, supongo, lo recomendaban y el tema me pareció…pero luego, decepción. Está muy considerado en los medios, y valdrá lo suyo, sin duda, sobretodo si pasa el filtro Víctor, seguro, pero yo no repito.
    Mil gracias, equipo milanesco, por vuestro magnífico programa. Sois únicos en este campo. Os sigo y seguiré atenta y gustosamente.
    Saludos cordiales desde Algeciras.

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