Atsushi Nakajima merece mayor reconocimiento en el mundo de las letras occidental, un hallazgo que llega cuando rozamos los primeros 20 años del siglo XXI. Desde aquí le damos nuestro humilde altavoz, para reafirmar su presencia y lo disfrutable que resulta su obra.
A día de hoy, los eruditos y críticos del mundo lo avalan, pero lo que es aun más relevante: cada vez es mayor el número de lectores que se han atrevido a leer sus historias y seguir a un escritor que no puede pasar de soslayo. Solo hace falta abrir las páginas de El poeta que rugió a la luna y se convirtió en tigre para comprender el despliegue de imaginación, crítica y canto de amor a las letras que vierte en sus páginas el escritor nacido en Tokio. Un literato así no puede pasar de refilón, simplemente no puede.
Atsushi Nakajima, el kaiju de las letras japonesas
A Atsushi Nakajima lo llaman «el meteoro», pero prefiero nombrarlo como el kaiju, el kaiju de las letras japonesas. Esta palabra tan sonora sirve para denominar a las bestias gigantes, a los monstruos que pueblan muchas de las historias del folclore y el celuloide nipón y, en el mejor sentido de la palabra, la pluma de Atsushi también lo es. El kaiju más famoso de todos, el que más ha penetrado en nuestra cultura popular, es Godzilla o el original Gojira, según lo prefieran, un símbolo del Japón nacido de la catástrofe de Hiroshima y Nagasaki en la II Guerra Mundial. Un espejo donde mirar el horror de la guerra y la debacle producida por la bomba atómica. La esencia más profunda de aquella bestia, del mismísimo Godzilla, radicaba en la capacidad de superación que representaba para los japoneses. Una bestia indómita, capaz de levantar el espíritu patrio con orgullo. Me gusta pensar que en este juego de metáforas que establecemos, de meteoros y kaijus, Atsushi Nakajima sea un escritor que también consigue engrandecer al pueblo japonés y a sus tradiciones.
La mujer pulpo, de Hermida Editores
La mujer pulpo. Cuentos del mar del Sur, de Atsushi Nakajima es un compendio de relatos para perderse en sus páginas y conocer esa Asia profunda, la más indescifrable, la que se encuentra perdida entre las múltiples islas que conforman la Micronesia. El libro publicado por Hermida Editores se divide, claramente, en dos partes: cuentos y fragmentos de viaje, aunque, al final, parece que ambos se fundieran en la misma cosa.
El matrimonio es el título del primer relato, una historia fascinante y extraña, que nos presenta a dos mujeres debatiéndose por el amor de un hombre. Dos mujeres que se convierten en animales para determinar quién es la vencedora, y merecedora, de Gira Kosisan. El cuento es breve, de lectura ágil y comprensión para cualquier atrevido. No faltan los detalles a multitud de rituales y tradiciones de aquellas regiones de los mares del Sur. Por cierto, en él conocemos a la esperada mujer pulpo, la elegida para dar nombre al libro.
Otro de los cuentos que destacaría es La isla solitaria, una historia en la que el autor nos presenta un pequeño archipiélago donde los nacimientos se han congelado. El foco de la historia se centra en ella, en la última hija de la isla y en el anhelo que esta representa para su pueblo ante el miedo de la desaparición.
Los viajes de Atsushi Nakajima
En la segunda parte comienzan esos otros pequeños relatos, que pueden leerse casi como notas de viaje. Se tratan de fragmentos de un diario personal, que contienen información detallada sobre las islas, aderezado con las reflexiones y vivencias del autor. En este punto no pude evitar pensar en otro clásico de la literatura universal como Mi familia y otros animales, de Gerard Durrell, un paseo por otras islas, en este caso eran griegas, donde también se recopilaba información sobre la flora y la fauna a ritmo de buena literatura. Esta división técnica es tan obligada como acertada debido al brusco cambio de ritmo. No obstante, la segunda parte carece de la potencia argumental que sí poseen los relatos de la primera. Así y todo, Nakashima nos deleita con paisajes «de tinta china», lugares evocadores que solo pueden admirarse en la isla de Kusaie, el escalofriante ofrecimiento de un perro asado para cenar o una interesante reflexión sobre la belleza, un sapo y Voltaire.
Y sobre el final hay que destacar el trabajo de los traductores, de Makiko Sese y Daniel Villa, pero muy especialmente el de la japonesa por ese regalo que nos ofrece al final del libro. El epílogo redactado por la traductora es un paseo histórico por Japón y un sentido homenaje a la trayectoria vital de Atsushi Nakajima. El amor que la traductora profesa por este escritor, así como el peregrinaje que hizo sobre su recorrido literario es contagioso, a tal punto que dan ganas de emprender el mismo viaje para conocerlo mejor. La edición de Hermida Editores no tiene pegas, aunque no nos hubiéramos quejado si incluyera algún tipo de ilustración, alguna similar a la que vemos en la estupenda portada con la que se presenta este libro.
Atsushi Nakajima es una bestia que se alza en medio de tanto ruido, un escritor que golpea fuerte pero con elegancia, que emerge como un kaiju embravecido para defender el nombre de las letras japonesas. Una narrativa 100% oriental, pero con un mensaje tan universal que lo hace entendible para todos. Quizá esa sea su principal virtud como escritor, la de permitirnos entrar y reconocer un trozo diferente del mundo, donde tiene sentido que los poetas se convierten en tigres y las mujeres se transforman en pulpos.