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Los fantasmas de las emociones, y viceversa: Henry James y los relatos de terror

Terror del bueno, de la mano de un grande, como ha sido, y seguirá siendo, Henry James.

Si han prestado atención a su alrededor últimamente, habrán visto que se habla mucho de terror. No hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que el motivo principal es esa festividad importada de los EEUU llamada Halloween, aunque atendiendo a tradiciones más cercanas, son días en los que el más allá cobra especial relevancia. No obstante, si se han fijado un poco más, habrán visto que el terror como género propio está escapando de los márgenes oscuros y olvidados del canon para erigirse como tal. Ahí están, por ejemplo, el Premio de la Crítica a la argentina Mariana Enríquez con ‘Nuestra parte de noche’ (Anagrama), que juega con lo paranormal para adentrarnos en un universo en el que es el lector el que decide embaucarse por los personajes, por la crítica velada a la dictadura argentina o por todos los aristas que permite la literatura de género. Como mencionaba con acierto Javier Rodríguez Marcos en su artículo ‘Mariana Enríquez señala el camino’, sobre ese florecimiento de la literatura fantástica.

Ojo, no solo está ocurriendo en la literatura, donde podríamos seguir con los ejemplos (ahí quedan las cada vez más numerosas voces que piden el Nobel para Stephen King). Si acudimos al ámbito cinematográfico, y volviendo al terror, nos encontramos con obras como las de Ari Aster en Hereditary o Midsommar (las peleas entre puristas y el dilema del ‘horror elevado’ las dejamos para otro texto; o mejor, lean a Jorge Loser en este artículo en Canino -publicación que, dicho sea de paso, echaremos mucho de menos-). O Jordan Peele y su incursión terrorífica en la denuncia antirracista, que también encontramos en la reciente serie de HBO Territorio Lovecraft, adaptación de la novela homónima de Matt Ruff. Y ya que hemos dado el salto a la televisión, podemos hablar de la prometedora 30 Monedas, de Alex de la Iglesia, que se estrena este mismo mes de noviembre; o al gran Mike Flannagan, cuya adaptación ‘La maldición de Hill House’ ha sido celebrada por amantes y no amantes de lo terrorífico. 

Es en el trabajo de Flannagan en el que me quiero detener un momento. Tras el éxito de Hill House (adaptación de la novela de la maravillosa escritora Shirley Jackson), el conocido realizador ha vuelto a Netflix con ‘La maldición de Bly Manor’, que también toma su inspiración de la literatura, en concreto del trabajo de Henry James. Con esta larga introducción, de lo que no cabe duda es de que los amantes de lo paranormal estamos de enhorabuena, y es un momento perfecto, y el trabajo de Flannagan lo demuestra, para volver a los clásicos. Henry James, auténtico maestro de las historias de fantasmas, podría ser la vía perfecta para establecer esos hilos entre el pasado y el presente que tan buenas resultados están teniendo en la narrativa, independientemente del medio.

Henry James nació en Nueva York en 1843, y falleció en Londres en 1916. Nacionalizado británico, es un autor con una obra inmensa, situado en el realismo y el modernismo anglosajón. Célebres es su retrato de la confrontación entre la vieja Europa y la nueva América. Novelas como Washington Square o Las bostonianas son algunos ejemplos. Ahora bien, si algo hay que celebrar de James es su pasmosa capacidad para deslizarse entre géneros. Lo mismo retrata las clases sociales emergentes de los recién estrenados EEUU, como en las novelas mencionadas hace unas líneas, que te eriza la piel con Otra vuelta de tuerca, a la que dedicamos un programa hace años. Su adaptación al cine, titulada en España —vaya usted a saber por qué— Suspense (1961, The innocents en su título original, filme de Jack Clayton) es uno de los grandes clásicos del cine de fantasmas.

El escritor Henry James

Quizás, una de las razones sea su poderosa imaginación, pues si atendemos también a su prolífica producción de relatos, las tramas son tan diferentes entre sí que sorprende saber que proceden de la misma pluma. A ello hay que sumarle la disección psicológica que hace de sus personajes, un elemento común en toda su obra, una precisión en la construcción de los figurantes que podría explicar su buen hacer en el terreno fantasmal. Porque para Henry James, los fantasmas no son sino proyecciones espectrales de nuestras emociones: el dolor de una pérdida, un vínculo fortísimo con alguien que se fue, el miedo a la muerte o, incluso, el profundo amor por el difunto. Los fantasmas pueden representar miedos, pero también deseos. Para verlo, y disfrutarlo, y celebrar los vientos del más acá que están revitalizando el terror, os dejo con tres relatos-recomendaciones. Un pequeño aperitivo para empezar a degustar el arte de Henry James, y a partir de ahí seguir profundizando en su obra y en toda su influencia que aún recogemos. 

En El altar de los muertos (1895), nuestro protagonista tiene una especial relación con aquellos que se han ido. Sus Otros, como él los llama, sus Muertos, merecen un trato especial, un cuidado, un respeto, pues son los que le permiten, paradójicamente, anclarse a la vida y no caer en la más absoluta soledad. En este relato es habitual el valor simbólico que tienen esos muertos, representados como cirios en el altar que ha montado el protagonista, pequeñas llamas que iluminan su mente y le mantienen lejos de la oscuridad. El binomio luz-oscuridad es el leit motiv que desarrolla una trama en la que nuestro protagonista tendrá que rendir cuentas con el pasado junto a una misteriosa devota de su particular altar. 

Reflexionó largamente sobre el hecho de que los ojos cerrados de los muertos pudieran contener tanta vida, que pudieran abrirse de nuevo —en una habitación iluminada por una lámpara— mucho después de haber mirado por última vez.

Del relato El altar de los muertos, Henry James.

En Los amigos de los amigos (1896), los muertos tienen una conexión con el presente tan firme que, ni desafiando al destino, los protagonistas serán capaces de romperlo. ¿Son capaces, acaso, de llamarnos desde el más allá? En este relato, dos personas aparentemente desconocidas entre sí tendrán una vivencia muy parecida. Ambas verán una aparición fantasmal de sus progenitores horas antes de que estos mueran, a pesar de estar a kilómetros de distancia. Y aunque estas dos personas no se conocen, sus allegados se esforzarán para que ello ocurra. Sin embargo, eso removerá los cimientos de nuestra narradora, que llegará a sentir celos de una muerta.

La muerte la había embellecido, la había dejado hermosa; pero lo que yo sentí sobre todo, al arrodillarme junto al lecho, fue que la había silenciado, la había dejado muda. Había echado el cerrojo sobre algo que a mí me importaba saber.

Del relato Los amigos de los amigos, Henry James.

Por último, quizás uno de los relatos más ingeniosos que he leído jamás: Maud-Evelyn (1900). Es complicado presentar estas historias sin destripar la trama, y por ello no entraré en demasiados detalles. Simplemente, daré algunas pinceladas. En ella nos encontramos con un atractivo joven que, por accidente, conocerá a una pareja, los Dedrick. Una familia con la que comenzará a pasar cada vez más y más tiempo, una familia que perdió a su joven hija hace años y que, tal y como explica su protagonista, “viven para ella”. ¿Son, por amor, capaces de llevar su obsesión al extremo, hacer que la muerta, o una proyección de ella, vuelva a vivir? ¿Puede un muerto volver a morir? Los entresijos de la mente, la fuerza de nuestros deseos, y la capacidad de Henry James por proyectar con inigualable precisión nuestras pulsiones más humanas de la forma más espectral posible son las claves de un relato absolutamente redondo.

En esta antología, con selección y prólogo de Luis Matginyá, se encuentran los relatos recomendados

—Sí, lo comprendes y lo explicas mejor que yo. Es el efecto gradual de pensar en el pasado; el pasado, así, crece y se amplía. Lo elaboran. Se han persuadido uno a otro, los padres, de tantas cosas que al fin lo han persuadido a él. Ha sido contagioso.

Del relato Maud-Evelyn, Henry James.

3 comentarios

  1. Mi método de escuchar, no de oir, la milana Bonita era Ivoox, ahora no puedo porque no están colgados los programas. Me gustaría poder pasar buenos ratos con vosotros. Es como os puedo seguir. Un saludo

  2. Mi método de escuchar, no de oir, la milana Bonita era Ivoox, ahora no puedo porque no están colgados los programas. Me gustaría poder pasar buenos ratos con vosotros. Es como os puedo seguir. Un saludo

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