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Bartleby y compañía, de Enrique Vila-Matas

La negación suele ser más compleja que la aceptación. El No conlleva generalmente una reflexión previa, una filosofía personal, una moral o una ética. Supone distanciarse tanto de uno mismo como de la sociedad. Implica sondear territorios inexplorados, o simplemente acotados, con la certeza de saberse inseguro. Hace unas semanas Seix Barral reeditó la novela de Enrique Vila-Matas Bartleby y compañía con el epílogo “La pregunta de Florencia”. ¿El motivo esgrimido? El texto cumple quince años. ¿El real? No hace falta explicarlo. De una manera o de otra, la verdad es que esta “novedad” editorial es una celebración para la literatura española, un soplo de aire fresco, una irreverencia al mercado y a las modas que no tienen más remedio que asumir que de vez en cuando alguien es capaz de escribir una nota en el margen, una acotación que consigue dar una nueva significación al texto, a la vida y, por consiguiente, a la Literatura.

9788432224225Enmarcar esta novela de Vila-Matas dentro de alguno de los clásicos géneros literarios (lírica, narrativa, dramaturgia y ensayo) es prácticamente imposible. Habrá quien hable de una hibridación entre el ensayo y la novela; sin embargo, yo creo que es un error de bulto tratar de encorsetarla en la  búsqueda de una sistematización, porque posee rasgos definitorios de uno y otro género que más que ofrecer un producto mixto, generan un texto completamente original. El jorobado (narrador, escritor y protagonista de Bartleby y compañía) lo define perfectamente cuando explica que él está redactando notas a pie de página de un texto inexistente.

La literatura del No y sus citas

El motivo central que articula este libro de Vila-Matas es el repaso histórico-literario por la vida de aquellos escritores que se negaron a escribir. Él los llama “bartlebys” en honor al protagonista del relato de Herman Melville “Bartleby, el escribiente”.

Todos conocemos a los bartlebys, son esos seres en los que habita una profunda negación del mundo. Toman su nombre del escribiente Bartleby, ese oficinista de un relato de Herman Melville que jamás ha sido visto leyendo, ni siquiera un periódico; que, durante prolongados lapsos se queda de pie mirando hacia fuera por la pálida ventana que hay tras un biombo, en dirección a un muro de ladrillo de Wall Street.

Este cuento tan subyugador como escalofriante da nombre a la extraña estirpe de escritores que va recolectando el narrador del libro de Vila-Matas. Uno a uno pasean por sus páginas aquellos artistas que por una razón u otra dejaron de escribir tras una publicación, esos que no escribieron más que borradores de ideas y también los que simplemente renunciaron a escribir en un momento determinado de su vida. Es decir, escritores como Salinger, Rulfo, Walser, Rimbaud, Musil o Beckett que fueron capaces de decir No a la literatura.

Todos deseamos rescatar a través de la memoria cada fragmento de vida que súbitamente vuelve a nosotros por más indigno, por más doloroso que sea. Y la única manera de hacerlo es fijarlo con la escritura. La literatura, por mucho que nos apasione negarla, permite rescatar del olvido todo eso sobre lo que la mirada contemporánea, cada día más inmoral, pretende deslizarse con la más absoluta indiferencia.

La verdad es que la propia lectura de Bartleby y compañía implica una contradicción, porque mediante las citas el escritor barcelonés rescata al lector ciertos intelectuales que se habían sometido  a un olvido voluntario. En mi opinión, esto no debe ser entendido como una impostura, sino como una reafirmación de la verdad intrínseca que se esconde en la negación. La intertextualidad, fingida y real, es un rasgo definitorio de la escritura de Vila-Matas. Las citas a otros textos que se suceden página tras página son como especias que condimentan un buen plato. A veces, si son mal utilizadas, camuflan en excepto la base culinaria; pero en este caso el resultado es todo lo contrario, ya que consiguen resaltar, embellecer y potenciar el resto de los ingredientes.

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Enrique Vila-Matas, fuente Wikipedia
Los libros del No

El anecdotario que ofrece el jorobado durante la redacción de estas notas a un texto fantasma es interesantísimo. Tanto, que alguien podría pasar superficialmente por las páginas quedándose con retazos impresionistas, es decir, con la intuición de una intención. Otros quizás hagan una lectura milimétrica en las que ellos mismo anoten a su vez las anotaciones entrando así en un bucle infinito de mentiras y medias verdades. Yo, en mi caso particular (que no es ni mejor ni peor) opté por la lectura “trascendental”, casi metafísica, de la novela. La pregunta que se plantea al principio (¿por qué escribes o, mejor dicho, por qué no escribes?) me parece tan importante que si se alberga la esperanza de que exista una respuesta, la lectura obliga a tener un fervor religioso. De esta manera, el jorobado pasa a convertirse en un guía espiritual y el lector reza todas las noches al cielo de los libros esfumados.

Estos libros fantasma, textos invisibles, serían esos que un día llaman a nuestra puerta y, cuando nosotros acudimos a recibirles, por un motivo a menudo fútil, se desvanecen; abrimos la puerta y ya no están, se han ido. Seguramente era un gran libro, el gran libro que estaba dentro de nosotros, el que realmente nosotros estábamos destinados a escribir, nuestro libro, el mismo que no vamos a poder ya escribir ni leer nunca. Pero ese libro, que nadie lo dude, existe, está como suspendido en la historia del arte del No.

Con todo, se debe tener en cuenta que esta no es más que una interpretación entre los millares que ya ha tenido esta obra. Umberto Eco definiría esto como la “intentio lectoris” de un servidor (es decir, la interpretación subjetiva del lector en cuanto individuo con unos conocimientos determinados frente a un texto). Creo que esta no entra en contradicción con la “intentio operis” (la interpretación que permite el texto) y, tras leer el epílogo que Vila-Matas ha redactado para esta edición (“La pregunta de Florencia”), considero que tampoco se opone a la “intentio auctoris” (la interpretación que el autor pretendía que dieran a su texto).

Bartleby y compañía, contrariamente a lo que se cree, no habla exactamente de escritores que dejan de escribir, sino de personas que viven y un día mueren, de gente que lee y de gente que un día deja de leer y de gente que muere sin haber leído nada y de gente que ama y deja de amar o ama sin ser amada, de oleadas y oleadas incesantes de seres inútiles y malolientes que vienen desde el fondo de los tiempos a hundirse, a hundirse aquí, que es a lo que venimos a este mundo, donde el instinto silencioso, el instinto de muerte, no necesita compañía, de tanta que tiene.

¿Y aún dudas sobre si merece la pena leerlo?

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Golconda, de Magritte
Notas

1. No te pierdas esta fantástica página con una revista de prensa sobre la publicación del libro y una genial bibliografía.

2. Si no te lees este libro de Vila-Matas, al menos dale una oportunidad al relato de Melville.

3. En La Milana, ya analizamos otra obra de Vila-Matas: Aire de Dylan.

4. Además, gracias a una recomendación del escritor barcelonés en una visita a la Feria del Libro de Valladolid descubrimos a Walser.

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