Narrativa Reseñas

‘Leche’, de Marina Perezagua: cómo narrar la vida a través de la muerte

A veces, para hablar de la vida es necesario dar un rodeo por la muerte. Marina Perezagua (1978) es consciente de ello y en su fantástico compendio de relatos titulado Leche articula y homogeneíza los textos mediante un inestable equilibrio de fuerzas antagónicas. Para hablar de sexualidad narra a los asexuados, para hablar de amor escribe sobre las rupturas, para relatar la paz esgrime violencia en sus palabras y, por supuesto, cuando rasguea literariamente la vida lo hace desde la muerte.

leche
Leche no es ninguna novedad editorial (se publicó en 2013) y tampoco alcanzó un éxito tan rotundo como para que siga expuesto en el trono de las librerías (si lo tienen será seguramente escondido de perfil entre los escritores de la “P”) sin embargo, tenía ganas de reseñarlo desde que, por cuestiones del destino, llegó a mí. El relato de los acontecimientos aunque breve es curioso. Permitan que lo cuente.

Hace unos meses, en una charla en el trabajo, una profesora de la Universidad de Valladolid y un servidor departíamos sobre los oscuros derroteros de la narrativa española. “Yo no sé qué pasa – dijo ella – que últimamente cada vez que leo algo de narrativa contemporánea tengo la sensación de estar ante un guion de cine. ¡Escenas, imágenes…!”. “A ver – respondí yo – hasta cierto punto es normal. En primer lugar, vivimos en la sociedad de la narrativa visual y eso marca tendencia. Allí es donde están ahora los referentes y el capital. Muy pocos pueden vivir de las ventas de libros, pero sí que podrán comer un buen lechazo si venden los derechos a una productora para que haga una peli o incluso una serie”. “Pues se nos va todo esto al garete como no haga nadie nada”. “¿Has leído Intemperie de Carrasco?”. “Sí, claro. Brillante, una entre un millón”. “Bueno, algo es algo. Nosotros no tenemos perspectiva histórica, y la verdad es que la mercadotecnia no nos deja ver el bosque”. “¡Exacto! Mira un ejemplo…”.

Y en ese instante apareció ante mí por primera vez la magnífica edición de Libros del Lince presidida por la acuarela salvaje de Walton Ford en la que un gran felino apresa una res tratando de desgajarle el cuello. No sé quién seleccionó esta imagen (si el editor o la propia autora), pero es un muy buen reflejo de la crudeza de los relatos que alberga este tomo. Según me dijo mi compañera, ella llegó a Leche de la mano de otro profesor de Oviedo que, a su vez, se lo había recomendado no sé quién. Da igual, ya había ganado mi admiración. Que hoy en día una escritora joven se haya convertido en una “recomendación de oreja a oreja” en el elitismo del mundo universitario tiene mucho mérito y, por cierto, es merecido.

Marina Perezagua. Fuente: Libros del Lince
Marina Perezagua. Fuente: Libros del Lince

Perezagua esgrime en sus relatos la precisión del realismo con la inverosimilitud como recurso. Ella trata siempre de causar incomodidad en el lector. No pretende promover una lectura cómoda y plácida o agitada y adictiva. No. Marina Perezagua genera con sobriedad una lectura intranquila fruto del desasosiego. Para que me entiendan mejor: es algo así como el estilo de Italo Calvino o Mo Yan con la estética de Black Mirror.

Creo que no yerro si digo que es una lectura fascinante con un nivel literario inusual dentro del panorama editorial. Espero no equivocarme al sacar este tomo de los pasillos universitarios para volver a lanzarlo al mundo terrenal, porque considero que no es un ejemplar para sibaritas sino para todo aquel que disfrute con la lectura. Llego un poco tarde, lo sé, pero se edita tanto y es tan difícil dar con ellos…

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