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Hellblazer, de Mike Carey

No es lo mismo leer un cómic del Constantine que escribió Brian AzzarelloWarren EllisJamie Delano o el fantástico Garth Ennis que cualquiera de los escritos por Mike Carey. El mago es un personaje de autores y no tanto de una gran historia que contar, cada escritor aporta su propia voz aterradora, una nueva etapa donde explorar la vida del hechicero más pendenciero y conocido del cómic. Oficialmente Mike Carey tomó las riendas de Hellblazer en el número 175 de la serie, iniciando la que para muchos es, a día de hoy, una de las eras doradas para John.

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La tapa de «Hellblazer», de Mike Carey

La cohesión en el argumento

Inmediatamente después del cierre de la historia de Azzarello empieza la de Carey con el regreso de Constantine a Inglaterra. Para bien o para mal, el guionista de Lucifer le da continuidad al argumento rompiendo, casi de cuajo, aquello que comentábamos al comienzo de este texto: eso de que John es un personaje de autores y no uno donde todo converge en un relato dominador. El punto de vista de Hellblazer que nos propone Mike Carey es uno que bebe de los demás guionistas, aprovechando el pasado construido para crear una continuidad cohesionada y reconocible para el lector. Las historias son cortas, de acuerdo, pero los personajes que vemos en ellas salen y entran con normalidad entre todos los números, tocando temas ya vistos y otros más nuevos. El punto de arranque lo trae la presunta desaparición de la sobrina de Constantine, a partir de allí todo puede pasar: la búsqueda de una artefacto mágico llamado el sepulcro rojo o la llegada de un demonio que consumirá la vida en el planeta. Además, la reunión de los magos más importantes de DC es un punto extra para el tomo, ni que decir si en el reparto volvemos a disfrutar de La cosa del pantano, Lucifer o Phantom Stranger. ¡Una cita para los personajes clásicos!

Apartado gráfico de lujo

Desde Jock a Steve Dillon a la sorpresa que supone la participación de Marcelo Frusin y Leonardo Manco, dibujantes argentinos de calidad contrastada. Frusin se asemeja mucho a Eduardo Risso, uno de sus maestros en el arte gráfico, un dibujante que domina como pocos la combinación de tonos grises y negros que tan bien sientan a Constantine y su entorno. En el otro lado aparece la figura de Leonardo Manco, un autor que se deja ver en los últimos números del volumen, con un trazo más sencillo y refinado, que ayuda a dejar atrás aquellos números caracterizados por un estilo más desgarbado y desprolijo. Ambos se adhieren como un guante al estilo que demanda una serie como Hellblazer, tremendamente lejano al que impera en la serie de hoy en día, en esa combinación obligada entre lo paranormal y lo superheroico.

Los tomos que trae ECC son realmente una delicia, una recopilación necesaria y fundamental para la que ya es una lectura muy bien valorada por los críticos de cómics. Lectura sumamente recomendable en una semana donde los monstruos salen de sus escondites. ¡Terror y viñetas solo pueden ser sinónimo de John Constantine!

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